sábado, 8 de mayo de 2010

Nada

Cuando no encuentras ni un sólo motivo por el qué vivir. Cuando no te sientes identificada con los actos de los que se suponen son tus semejantes. Cuando estas rodeada de los tuyos pero sientes que estás totalmente sola y hablas al espejo para ver que alguien te escucha, y posteriormente escribes tus palabras para sentirte viva aunque nadie te lea eso, es sentir soledad.

Intentaste cambiar para encajar en tu entorno y por un momento creiste que lo habías conseguido. Te habías puesto el mejor disfraz. Adoptaste su lenguaje, cambiaste tu forma de vestir, tus creencias, tus ilusiones, renegaste de lo que eras abandonándote por completo. Rodeada de risas falsas y cumplidos incoherentes diste un paso hacia atrás, eso no era lo que querías. Te sentías una cobaya más sin personalidad propia. Engañaste a tus sentimientos para solapar en ese puzzle que desde un principio sabías que no estaba hecho para ti, eras la pieza sobrante. Decidiste hacer caso a la logística y abandonar el rompecabezas al que nunca habías pertenecido.
Comenzaste una nueva búsqueda exahustiva del juego del que provenías sin resultado alguno. Eres única, especial, el patito feo que todos ignoran por ser diferente. Caminas por un desierto repleto de oasis que no puedes alcanzar, tan cerca e inalcanzable a la vez. Construyes fantasías en las que caes inmersa en un paraje natural donde lo normal es ser insólito, todos abstractos pero con una pieza en común, la diferencia.
De vuelta a la realidad, el tiempo va quedando en el olvido y vas forjando una armadura que te aisla de todo contacto humano. Alejada de la sociedad derramas lágrimas incongruentes por no sentir nada. No sonríes. No te alegras por los demás. No amas. No añoras. No das cariño. No valoras. No das las gracias. No pides perdón. Todas estas sinfonías no son más que palabras ausentes en tu vocabulario que te van encerrando en un abismo de soledad, indiferencia, lejanía, tristeza. No le ves sentido a esta vida a la cual no debiste llegar jamás y vas desapareciendo tras esas lágrimas de cristal. Mientras lloras vas acumulando polvo en tu estantería de las experiencias, vacía de recuerdos, rota de mentiras. Tumbada en el suelo cierras los ojos y no ves nada, solo oscuridad, ni un sentimiento memorable, ni una imagen que recordar. De qué te sirve ser diferente si estás vacía de emociones positivas. Incapaz de disfrutar de una simple caricia, incapaz de valorar un elogio o una sonrisa, sólo buscas aversiones en cada uno de los gestos que recibes. Nada. Te quejas de no sentir, pero no haces ningún esfuerzo por remediarlo. Hablas. Reprochas. Infravaloras. Cuestionas. Te indignas, pero ¿haces algo para cambiar tu situación? Resignarte.
Has dejado de buscar tu lugar. Has decidido que tu sitio está entre las cuatro paredes que componen tu espacio personal, ese que tanto te costó alimentar. Alejada, ausente, callada, libida. Sólo de vez en cuando dejas escapar un leve suspiro de angustia que les hace recordar que estás ahí, viva, aunque tú ya no sientas nada.

4 comentarios :

  1. simplemente alucinante! me tienes enganchada a tu literatura. ¿Cómo una sola persona puede ser capaz de escribir algo que te llegue a emocionar tanto? nunca me había sentido tan identificada con un texto. felicidades! es genial

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Vaya Lu, eso me ha llenado muchísimo... No sé cómo lo hago para emocionar, simplemente me limito a dejar volar mi imaginación y, quizás, parte de mis sentimientos más profundos y que alguna vez estuvieron arraigados a mí.

      Muchas gracias por comentar esta entrada, amiga.

      Eliminar
  2. ¡Fantástico! Y... Tal vez mucho más común de lo que muchos se piensan...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenos días María, gracias por comentar este post, lo cierto es que todo el mundo lo tiene algo abandonado, ¡mejor dicho! Tienen abandonadas mis entradas antiguas, cuando realmente son las más profundas y fueron mis inicios.

      Me alegro que te haya gustado este relato.
      Un besito preciosa.

      Eliminar