martes, 29 de noviembre de 2016

FORMIDABLE

No era nadie, más creyó que lo era todo. No era especial, pero se sentía formidable. No lucía el rostro más bello, sin embargo adoraba sus propios gestos. No tenía la voz más bonita, aunque siempre cantaba una dulce melodía. No poseía gran altura, pero desde el suelo podía hacer grandes locuras. No gozaba de la mirada más llamativa, pero era la más intensa que se podía ver a lo largo del día. No era la persona más centrada, aunque su locura la hacía ser sensata. No era lista porque pecaba de inocente, pero su inteligencia callaba bocas a los incongruentes. No era nadie, más creyó que lo era todo. Era consigo y para ella. Era su sombra y su fortaleza. Disfrutaba de una gran sonrisa mientras desprendía las lágrimas más dulces y frías. Poseía una sensibilidad extrema que le permitía llegar a almas ajenas. Tenía ese don para regalar momentos inolvidables, quien la conocía grababa su nombre en sus propias carnes. Era constante y comprensiva, nada escapaba a sus premisas. Dejaba huellas sin saberlo, su honestidad no le dejaba verlo. Creyó que no era nadie, pero lo era todo. Era consigo y para ella. Era un ser formidable.

domingo, 13 de noviembre de 2016

DOLÍA


Dolía tanto que sus lágrimas antes de caer se convirtieron en cristales rotos. Su intensa mirada dejó de brillar, sus ojos opacos se volvieron, impidiendo que se reflejara la luz del sol en ellos. Tenía las manos agrietadas, frías como el témpano y llenas de llagas. El corazón, que tan fehacientemente le había palpitado durante los últimos años, dejó de bombear su pecho con fervor. La dulce melodía de su voz se entrecortó, perdió el rosado color de sus labios y su saliva mostraba un amargo sabor. Sí, tenía el alma herida. El ruido de la calle en silenció se convirtió; dejó de escuchar, únicamente oía levemente murmullos dentro de su soledad. Caminaba con apatía, sin rumbo y con desolación. Caminó y caminó hasta que las suelas se despegaron de sus zapatos, hasta que sus pies sangraron, hasta que el mar le cubrió las rodillas. ¡Y cómo escocía, la sal en sus heridas! Dolía tanto que olvidó el motivo de su dolor. Olvidó porqué estaba llena de cicatrices, no recodaba cómo había llegado a esa situación. Qué hacía allí, sola y con el alma desnuda. Sin embargo, continuó avanzando. Sumergió todo su cuerpo y nadó, nadó hasta que su cuerpo se cansó de huir. Le había dolido tanto que olvidó el dolor en sí; sus lágrimas desaparecieron, su mirada volvió a brillar, sus manos desprendían un suave calor, su corazón bombeaba su pecho con más fuerza que nunca, su prominente voz salió de su pecho y su alma le gritó: ‘Vuelves a ser tú, amiga mía’.


Lo que dolió ayer dolerá hoy, pero mañana se convertirá en sabiduría.