lunes, 27 de diciembre de 2010

Bisexualidad, ¿vicio o amor?



Qué decir de esta señora, ya la habéis oído, para ella la homosexualidad es aprendida debido a una carencia sexual con el otro sexo causada por la frustración de no poder ligar con un hombre si es mujer, o con una mujer si es hombre por lo que experimentan con su mismo sexo...
Si les resulta de por sí tan difícil ligar con personas del otro bando ¿no debería ser aún más difícil ligar con gente de su mismo sexo puesto que no lo van gritando por la calle?
En mi opinión, esto sólo es una estrategia más para insinuar lo que está bien y lo que está mal en esta sociedad y mostrar su lado creyente.


Me gustaría aprovechar este apartado para dejar claro mi pensamiento hacia las orientaciones sexuales o mejor dicho hacia el amor entre las personas.


Quiero empezar recordándoos como vivían la sexualidad en la Antigua Roma y en la Antigua Grecia. Antes de la llegada del cristianismo la bisexualidad, cuya palabra aún ni existía, estaba a la orden del día y voy a enumerar algunos de los hechos:
- Se celebraban fiestas que acababan en tríos y orgías.
- Los guerreros admiraban más la belleza de los hombres que la de las mujeres.
- Los guerreros cuando se iban a la guerra mantenían relaciones sexuales con sus compañeros e incluso llegaban a enamorarse.
- Cleopatra mantenía relaciones sexuales con sus doncellas.
- Los filósofos se acostaban con sus alumnos.
- Nuestra querida poetisa Safo también proclamaba a los cuatro vientos (en sus poemas) su amor hacia los hombres y hacia las mujeres.

En aquella época no existían las orientaciones sexuales ni la homofobia, porque la sexualidad y el amor entre personas se veía como algo natural, pero llegó el cristianismo y otras religiones junto con sus devotos y la mentalidad hacia la sexualidad cambió por completo; tuvo tanta repercusión la religión y sobretodo la propia iglesia que inculcaron en la mente de los ciudadanos que el sexo era repulsivo y más si se hacía con personas del mismo género... y así ha seguido hasta nuestros días.

En mi opinión, lo reconozcamos o no, nacemos con la capacidad de amar a cualquier persona sea hombre o mujer, pero la sociedad nos inculca desde que tenemos uso de razón que lo normal, estar con una persona del sexo opuesto con el fin de procrear, claro que no explican por qué hay parejas de animales del mismo sexo, como es el caso de los pingüinos, cisnes, caballitos de mar y otros que permanecen juntos durante toda su vida a pesar de no dejar descendencia... Y ahora reflexionad.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Ahora sé quien soy

Hoy tranquila y sumisa escribo palabras que denotan esperanza, valentía, sosiego, un sin fin de calificativos que forman la nueva emoción que irrumpe en mi interior. Aún no sé definirla con exactitud pues es demasiado precipitado adjudicarle una etiqueta en estos momentos y prefiero dejarme llevar sintiéndola sin miedo. Este sentimiento es tan contradictorio a todos los que he experimentado anteriormente que me hace replantear mi forma de llevar la vida, fruto de ello son las ganas de vivir que presento estos días.
No recuerdo el porqué de mi antigua tristeza, no tenía motivos fructíferos para fabricar lágrimas de cristal, sin embargo, ella se convirtió en mi mejor aliada, quizás para llenar la soledad en la que me veía envuelta o tal vez porque necesitaba sentir algo, necesitaba sentir que seguía viva en ese mundo del que me rodeé sin expectativas; pero...¡Basta de melancolías!
Me quité la venda de los ojos que me mantenía a oscuras en este lugar tan maravilloso, al fin el cubo salió del pozo para llevar el agua a la realidad y poder regar las cosas que pasaban desapercibidas ante mis propias narices.
Ahora sé quien soy y puedo ser, ahora y más que nunca quiero luchar contra esos muros de algodón que me impedían ver más allá de mis fantasías. Ahora respiro sin tragar agujas, tan simple como cerrar los ojos y disfrutar de la esencia que me da los cinco sentidos: la brisa marina en mi piel, el calor del sol en mis mejillas, el olor a jazmín, el roce de una mariposa en mi pelo y la visión de la belleza de las buenas personas. Y es así como me doy cuenta de que soy feliz, que no tenía ningún motivo por el que llorar y lo único de lo que carecía era de la capacidad de disfrutar de todo lo que tenía y podía llegar a tener, pero que a su vez no conseguía obtener debido a mi sobrevaloración de esas pequeñas desavenencias que nos dan la experiencia y la madurez como personas. Ahora siento que quiero
reír, saltar, gritar, soñar, cumplir, amar, correr, abrazar, gozar, trabajar, en definitiva, quiero aprender a vivir.

El miedo, la incertidumbre, el caos, la decepción, la tristeza, son emociones que van quedando arraigadas en mi subconsciente para dejar paso a esta nueva emoción que forjará mi camino hacia un futuro más emprendedor lleno de ambición, buenos momentos y la satisfacción de haber aprovechado mi vida.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Tu mundo

Y caes...
Te volviste a levantar para seguir adelante,
luchaste por esas ilusiones inalcanzables
tan imposibles que te negabas a claudicar,
porque la victoria de algo difícil te alimentaba más.

Tu tiempo...
Tan valioso que lo dejaste escapar,
tantas cosas que podrías haber hecho,
tantas vivencias reales de las que nutrirse
y al final todo quedó a medio acabar.

Tu verdad...
Cambiaste la realidad por tu mundo ideal;
quisiste imaginar que todo sería perfecto,
que de tus esfuerzos saldrían buenos frutos
pero descubriste que tu mundo era mentira.

Sin venda en los ojos...
Descubres el tinglado que has construído estos años,
quisiste huír de la falsedad por lo que forjaste una propia;
te protegiste de tu vida a través de esos sueños
que no fueron más que el reflejo de tus miedos.

Y lloras...
¡Cuánto desasosiego en tan solo un momento!
Nada ha cambiado, sigues siendo ese cubo en el pozo
que a veces subes, que otras veces bajas,
pero al final del día siempre terminas ahí, en el fondo.

La oscuridad...
Miras al cielo suplicando que te deje ser,
que te libere de engaños en los que aún crees,
pero las nubes comienzan a teñirlo de negro
y tus esperanzas desaparecen al compás del viento.

Tu batalla...
¿Por qué intentarlo una vez más si sabes el final?
Te llenas de optimismo, luchas sin rendirte, pero pierdes.
¿Este es el desenlace que te va a esperar siempre?
Entonces... para qué seguir creyendo que algún día cambiará.

Resígnate...
Va a ser así, sabes que naciste para no avanzar,
ni siquiera valoras tu existencia porque quizás no existas,
al final, detrás de una gran verdad hay siempre una gran mentira,
sigue en tu mundo de fantasías porque esto no va a mejorar.

domingo, 10 de octubre de 2010

Tan guapa como siempre

Llegó mi gran día. Hoy celebro una fiesta muy especial en la que no pueden faltar familiares, amigos y conocidos. Van a estar todos, ninguno de ellos quiere perderse esta fecha tan importante para mí.
Para este gran día no puedo aparecer con cualquier cosa, así que mis padres han decidido ponerme en manos de un estilista que se encargará de peinarme, maquillarme y elegir el vestido que mejor me luzca.
Tras varias horas interminables de estilismo salgo a la calle, y como si de una princesa me tratase me espera un mercedes a manos de un apuesto conductor que me llevará al lugar de encuentro.

Bajo del coche. Todos permanecen expectantes.
Por fin estoy aquí rodeada de mis seres queridos, pero yo como de costumbre estoy sumergida en mi mundo de fantasía, un mundo que me aleja de la realidad. Mi entrada triunfal no ha conseguido que descienda de mis nubes de algodón.
Por momentos puedo apreciar como murmullan los aquí presentes pero sin llegar a entender el mensaje. Soy una mosca en un enjambre de abejas, observo nerviosa mientras todos danzan a mi alrededor al compás de la misma sinfonía; parecen conspirar contra mí, o quizás me tengan preparada una gran sorpresa.
Es extraño, todos tienen la mirada perdida, si acaso triste. Sin embargo, yo desbordo felicidad a mi manera, estoy en armonía. A pesar de permanecer en mi burbuja me alegro de poder saludarlos uno por uno, pero faltan las sonrisas a las que me tienen acostumbrada, sólo veo rostros inertes en cada uno de ellos. La última en saludar es mi querida madre.
- Tan guapa como siempre. – Me musita al oído mientras roza mi frente con su mano.

De repente, gritan mi nombre. Me comienzan a colmar de flores, ¡muchas flores! Siguen llamándome. No he ganado ningún concurso, no es mi cumpleaños, no es el día de mi boda ni mi despedida de soltera, es mi funeral.
...

- ¡Ten cuidado, no vayas a correr con el coche! – Me advirtió ayer mi madre. 
Ni le contesté. Tenía prisa, llegaba tarde al trabajo y no me apetecía escuchar sus paranoias.
Llovía demasiado y yo conducía a gran velocidad. La niebla dificultaba mi visión de la carretera y quizás la gravilla del asfalto ayudó al trágico final. Segundos después vi mis gafas rotas a veinte metros de distancia. Mis manos se tiñeron de un rojo azabache. Sentía púas en mi rostro, y entonces solté una lágrima, ni tan siquiera la escuché. Cerré los ojos y caí en un sueño eterno.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Carta de esperanza - Querida Soñada


Soledad Sin Calzada
  C/ Buscándola, sin número


En algún sitio, algún lugar, a 11 de Agosto de 2010


Querida Soñada te busco pero no te encuentro, ¿dónde estás?


Y he aquí yo, hundiendo mis pies sobre la arena húmeda de la orilla empapados por la espuma que consigue llegar hasta ellos, iluminada por la luna y las estrellas que dibujan sombras en mi cuerpo, que dibujan mi alma. He aquí yo acompañada por la brisa marina, un cuaderno y un lápiz medio usados que utilizo para escribirte aunque no sé tu dirección, ni tan siquiera sé si existes pues aún no te he conocido, pero confío en que esta botella de cristal que arrojaré al mar resista las duras olas y llegue a tu destino.

He paseado incansablemente en tu búsqueda. He recorrido asfaltos, tierras verdes, suelos arenosos pero no te encontré. Sé que estás en algún sitio, en algún lugar que se escapa a mi entender que quizás pasó desapercibido y no supe apreciar.
Te veo todas las noches, siempre el mismo sueño, el mismo despertar, la sensación de que estás más cerca de lo que pienso pero no sé dónde buscar. Tu figura se va dilucidando en cada sueño en que apareces, más hermosa, más parsimoniosa , más colosal. Registro mis armarios, miro debajo de las mesas, recorro las calles, me pierdo en paisajes pero no te encuentro. A medida que pasan los días te conviertes para mí en un tesoro cada vez más valioso que he de obtener. ¿Dónde estás? Necesito tenerte.

He agotado mis fuerzas. He olvidado disfrutar de todo lo que me rodeaba. No hago nada más que pensar en ti, hablar de ti. He acabado perdiendo a mis seres queridos y viviendo en soledad y todo por ti, porque no eres producto de imaginación, lo sé.
Este es mi último sitio, mi último lugar, la playa. Aquí termino mi búsqueda incesante, la última oportunidad de poder encontrarte. Me levanto y sumerjo mis pies en las frías aguas sintiendo cada grano de arena que parecen masajear mis entrañas. Miro el cielo negro y se iluminan de estrellas mis pupilas; Contemplo la gran luna llena reflejada en el mar, un gran círculo amarillo que me transmite paz; Cierro los ojos, respiro profundamente y te siento. Silencio. Serenidad. Armonía. Esperanza; En definitiva, felicidad. ¡Eso es! ¡Al fin te licité ! Tanto tiempo buscándote que olvidé lo más importante, escucharte.
Tan sólo necesitaba callar y sentir en algún sitio, algún lugar.

Soledad Sin Calzada

martes, 27 de julio de 2010

Siete más uno

Era una noche otoñal, el barrio había sufrido un apagón y el frío invadía los rincones de mi hogar, así que prendí un par leños en la chimenea. La habitación adoptó un color anaranjado mientras el sofá lucía un tono rojizo que se proyectaba en la pared. A pesar del ambiente tan caldeado mi piel seguía erizada, tenía la sensación de que siete ojos me observaban. No paraba de dar vueltas por aquellos doce metros cuadrados e impulsada por el nerviosismo cogí un paquete de cigarrillos que se dejaba entrever en el bolsillo de aquella chaqueta de hombre. Me temblaba el pulso y encendí el pitillo como pude mientras el gato rozaba mi pierna para que lo acariciase. Me senté en el sofá y totalmente ensimismada observé el fuego, aquellas llamas parecían componer la sinfonía de una noche apasionada. Mi peludo amigo se subió a mis piernas y comencé a acariciarlo lentamente, ronroneaba, parecía disfrutar de la suavidad de mis manos recién lavadas. Era tan suave... Pronto dejó de agradecerme las caricias, cesó su ronroneo. Parecía inquieto, pero logré calmar su miedo. Hice que dejase de respirar, estaba alterando mi parsomonia.
Me levanté algo neurótica y me dirigí hacia la cocina. ¡Uffff! Casi me resbalo al pisar algo de textura pegajosa, suponía que sería los restos de comida del gato. ¡Siempre esparciéndolo todo!. No veía nada entre aquellas cuatro paredes, una espesa oscuridad irrumpía el alicatado. Me puse a buscar la linterna en los cajones de la encimera iluminada tan sólo por mi octavo cigarrillo. Dirigí la luz al suelo y ... ¡Menuda sangría! Seguí el rastro con el foco hasta que di con el objeto en discordia, seguidamente tenía un ojo medio reventado mirándome fijamente en mi mano izquierda.
¡Lo encontré! – Exclamé exaltada. Lo había estado buscando durante dos días.
Llena de esplendor y satisfacción fui al comedor.  Encendí un par de velas en la mesa y saludé a mis cuatro comensales que llevaban esperándome paciéntemente más de tres noches. Me senté de anfitriona y di comienzo a la cena, eso sí, después de colocar el ojo en la cuenca de mi padre.

miércoles, 21 de julio de 2010

Demasiado tarde

La quise tanto que cuando ya no estaba en mi vida olvidé todo lo que forjamos. Olvidé esa felicidad que le prometí antes de marcharse, olvidé cómo dar cariño a mis seres queridos, olvidé la comida y me ahogué entre botellas amargas, olvidé ser fuerte y ser un modelo a seguir para mis hijos, olvidé ser padre.
Botella en mano cada noche emborrachaba mis neuronas de alcohol y vinagre para olvidar, para borrar de mi memoria todos los recuerdos bellos en los que salía ella, para borrar las sonrisas de mi pasado, los llantos de mi presente.

Envuelto en una oscuridad total acababa desmayándome ebrio de todo el veneno que corría por mis venas.
Como cada mañana sonaba el timbre. Me despertaba de mis sueños y yo reacio a cualquier estímulo permanecía vacuo en aquel suelo encharcado por mis lágrimas esperando que dejara de sonar. Se hacía el silencio de nuevo y comenzaba esos afónicos llantos en mi cabeza, horas y horas de gritos que no cesaban, que no dejaban que volviera a caer mi cuerpo inerte al frío mármol de mi habitación.

Pasaron días e incluso meses.
El timbre dejó de sonar, desaparecieron los llantos y comencé a reaccionar. Le prometí ser feliz, le prometí que cuidaría de nuestros hijos y miradme, ni tan siquiera fui capaz de cumplir la única promesa que le hice a la mujer que más quise en este mundo, su único deseo antes de marchar, ser feliz por ella.
Me levanté eufórico y con ganas de comenzar a cumplir lo que prometí. Lancé la botella por la ventana y salí de mi guarida como alma que llevaba el diablo, pero ¿dónde estoy? No estaba en casa. 
- ¿Qué hago aquí? ¿Dónde están mis hijos? - Pregunté a una mujer de bata blanca que había por allí.
- Al fin has vuelto con nosotros. - Contestó.
No comprendía que estaba pasando. Aquella joven llamó a seguridad y junto con otro ente de vestimenta tibia me acompañaron a una sala. Me sentaron enfrente de ellos y comenzó mi descenso al infierno.
- ¿No recuerdas nada? - Me preguntaron.
- Sólo el sonido del timbre y un llanto incesante en mi cabeza que dejó de sonar hoy. - Respondí.
- No contestabas a la puerta y sus vecinos se vieron obligados a llamar a la policía debido a los llantos continuos que provenían de su casa y el mal olor tedioso.
- Entonces, ¿todo aquello no era producto de mi imaginación? - Pregunté anonadado.
- No. Lo sentimos mucho. – Me respondió el doctor con voz rota.
- ¿De quién eran esos llantos? ¿Mal olor? Lo entiendo, pues ni tan siquiera me duchaba.
- Eran los de su hijo pequeño al que encontramos muerto en su cuna por falta de cuidados junto con su hijo mayor que yacía en la cama producto de pastillas antidepresivas por verse sólo en esa situación. – Me contestó el policía apáticamente.
En ese momento mi vida acabó.
Preferí autocastigarme y lamentarme olvidando mi deber como padre. Olvidé llevar adelante a la sangre de mi sangre, borré mis recuerdos de forma tan contundente que me deshice de lo que construimos juntos, lo único que me quedaba de ella, mis hijos. Fui egoísta y me sentenciaron a cadena perpetua, a pasar toda mi vida encerrado en este abismo del que ni la muerte me librará pues permaneceré para siempre en el limbo.
Dejé pasar tanto tiempo que cuando quise reaccionar ya era demasiado tarde.
Me llevé a la oscuridad a mi propia familia. Ahora sí tengo motivos para morir de pena.

Hipocresía y su significado

Quiero comenzar resumiendo una breve historia que sucedió hace un par de décadas...

Corrían los años sesenta cuando un joven de a penas veinte años ingresó voluntariamente en un psiquiátrico con la intención de que lo convirtieran en una persona heterosexual; Procedía de una familia ultra-católica y él mismo renegaba de quién era, no quería que sus allegados sufrieran por su "enfermedad" y se avergonzaba de sus gustos sexuales, pues imaginaos toda una vida recibiendo una enseñanza estricta y luego ver que no puedes seguirla por fuerzas mayores. Acompañado por sus padres renegó de su libertad y entró en aquella jaula de paredes blancas y ecos desgarradores que provenían de las habitaciones; Caminó por aquel pasillo que se hacía interminable a medida que avanzaba, sentía que lo habían condenado a muerte, que le esperaba la silla eléctrica. Junto con una enfermera y el loquero que llevaba aquellas instalaciones llegaron al último habitáculo, sombrío, sin alma, sólo un proyector y una silla de metal. Lo ataron de pies y manos y le inyectaron una sustancia que hizo que enfermara de repente (vómitos, diarreas, mareos, sudores) a la vez que lo exponían a una serie de videos de personas homosexuales besándose y fotografías de hombres medio desnudos. Estuvo durante horas expuesto a esa terapia, o mejor dicho experimento forzoso; Cuando lo desataron rogó que le dejaran marchar ya que había ingresado de forma voluntaria y no quería continuar con ese castigo, pero el psiquiatra que llevaba aquel enfermizo experimento hizo oídos sordos y le propinó electro-choks dejándolo medio moribundo. Finalmente cuando abrió los ojos y tras varias lágrimas derramadas en el suelo junto con su propio vómito y excreciones le dejaron firmar su alta y logró salir de aquella cárcel. Aquel día le hizo abrir los ojos, nació así y nadie le haría cambiar a base de torturas, debía ser feliz y escribir las páginas en blanco de su propio destino. Era su vida y nadie la viviría por él, nadie sentiría lo que él siente si reniega de su ser, si reniega de sus alas.

A la semana siguiente el joven ya orgulloso por quién era visitó un local de ambiente con unos

amigos; Estaba bailando cuando se percató de que un hombre aparentemente atractivo sentado en la barra lo miraba con deseo. Nuestro joven pájaro se acercó para conocerlo y para su sorpresa... ¡era su psiquiatra!


Esta historia, que vi en un documental del canal Cuatro sobre la homosexualidad, me hizo ver que la especie humana puede llegar a ser más falsa de lo que había imaginado. Ya no sólo hacen daño a personas que tienen una opinión contraria, sino que hacen daño a sus semejantes para ocultar lo que ellos mismos piensan y no se atreven a decir o hacer. Sé que soy humana pero estos actos me hacen avergonzarme de mi propia especie y desear ser un animal, porque al menos ellos no tienen prejuicios ni maldad.

jueves, 8 de julio de 2010

Vivir para morir

Pensamientos rumiantes que me hacen pensar que no viviré mucho más, moriré pronto.
Qué sentido tiene para mí la vida si no es más que un continuo calvario que no cesa. Todos los días son terriblemente parejos, hoy fue igual que ayer y mañana será igual que hoy, otras veinticuatro horas que no me aportan nada, tan solo lágrimas.
He de reconocer que esta tarde me asomé a ese puente que tanto me gusta y mis pensamientos empezaron a aflorar. Tenía ganas de volar y sentir por última vez la brisa en mi cara, pero aún no era el momento, no estaba preparada. Seguí mi camino con desazón
¿Sabéis esos días en que tenéis esa sensación de vacío, tristeza, desesperanza y melancolía que te llevan a pensar en lo peor? Ese es el sentimiento que inunda mi vida día tras día hasta donde alcanza mi memoria. Nunca he sido feliz por más que lo haya tenido todo, siempre hay algo que me entristece y me hace desear morir, de hecho, sueño que muero pero justo en ese momento despierto y lloro porque sólo ha sido un sueño.
Ni os imagináis las innumerables veces que he intentado ser optimista y pensar que el año que viene me irá mejor y comprobar que es peor que el anterior, que esto no tiene fin, que no me lleva a ninguna parte. Acabo deseando que me pase por encima un vehículo al cruzar el paso de cebras. Deseo ser capaz de subirme a la barandilla de ese puente y echar a volar, deseo que una bala perdida me atraviese la frente, que un desconocido me empuje por un acantilado, que me caiga en la cabeza accidentalmente una maceta desde la ventana, que deje de latir mi corazón de la pena, deseo morir.
Quizás penséis que he de estar orgullosa por ser quién soy, por estar donde estoy y por tener a la gente que tengo a mi alrededor, y lo estoy, sólo que no quiero vivir. Nunca entenderéis lo que pasa en mi mente, porque no lo comprendo ni yo. Nací sin motivación, sin esperanza, siempre he sido así, depresiva. Vivo con el deseo constante de que llegue mi hora.
Sé que viviré más años de los que me gustaría, pero no creáis que serán muchos más. Si sigo así quién sabe quizás mañana ya no esté aquí, pero no lloréis, sonreíd, porque al menos habré conseguido ser feliz.

miércoles, 16 de junio de 2010

Adiós mis alas

Se acabaron mis alas.
Te despido con tristeza después de veintiún años envejeciendo a mi lado. Fuiste esos brazos que me rodeaban en forma de cuadrados cuando mi estado de ánimo se resentía. Fuiste ese espejo que reflejaba el verdadero ser que llevo dentro. Fuiste el culpable de mis peores días, pues me encerrabas en un juego de ajedrez con bordes verdosos y me inducías a jugar, me inducías al pecado. Hasta ayer fuiste mi santuario, y rocé por última vez con las yemas de los dedos tu tez que permanecía congelada en el tiempo, tan fría y joven a la vez. Te marchaste inesperadamente junto con mis alas, te llevaste esas aves que me hacían volar cuando para mí ya nada tenía sentido. Aves blancas de ojos tristes que miraban al cielo para echar a volar y rozar con sus plumas esas nubes de terciopelo que nunca llegaron a alcanzar, les partieron las alas, el alma y dejaron de existir.
Ya no estás. Sólo quedas en mi recuerdo y en las fotos que compartimos hace poco. Ahora un desconocido ocupa tu lugar, sin alas, sin aves, sin juegos, tan insulso como el agua del grifo, tan típico como un helado de vainilla.
Siento no haber presenciado como te apartaban de mi vida, el ruido que hacían al cortarte las alas era suficiente traumático cómo para observar como lo llevaban a cabo.
Adiós mis alas, te echaré de menos, porque para mí fuiste el alicatado con más sentimientos que pudieron construir. Sí, te quise y te quiero aunque sólo fueras un baño.

domingo, 16 de mayo de 2010

Quise ser

Quise ser un pájaro para volar a través del viento, pero mis alas se rompieron y caí. Mientras caía quise ser un paracaídas para evitar estamparme contra el suelo, pero no se abrió. A medida que iba descendiendo vertiginosamente soñé con convertirme en una pluma y así deslizarme suavemente por el aire, pero como dije mi sueño en voz alta no se cumplió. Seguí cayendo sin freno alguno y quise transformarme en un globo, pero se cruzó por mi camino un pájaro que incrustó su pico en el material del que estaba hecho. Desinflado continué mi descenso y quise ser un pez, diréis que los peces no vuelan pero sí nadan, caí en el mar.
Comencé a nadar para llegar a la orilla, pero un calamar gigante me abrazó con sus tentáculos obstaculizando mi camino y quise ser un tiburón. De un bocado me liberé y con la tripa llena seguí mi camino en busca de lo que verdaderamente quería ser.
Una sombra repentina invadía mi espacio personal, era una ballena y quise convertirme en un cazador furtivo. Arpón en mano me dispuse a cazar a ese gran mamífero de los mares, pero me compadecí de él, era un ser tan maravilloso que no debía desaparecer simplemente para alimentar la gula de los más afortunados.
Unas millas más adelante, cuando ya por fin podía ver la costa, me disfracé de buceador y me volví a sumergir en lo más profundo de las aguas heladas. Buceé y buceé hasta llegar a la orilla, ¿y ahora qué?
Quise ser una estrella de mar y fui recogida por un niño de cinco años. Me transportaron en un cubo de agua salada y me echaron en una pecera junto con tres peces de colores. Aquello era demasiado aburrido. No podía moverme. Sólo podía observar. Quise ser uno de esos peces llamativos, de esa forma al menos podía nadar, pero el espacio era muy reducido. Desde la cristalera podía contemplar el jardín, estaba repleto de rosales y quise ser una de aquellas rosas tan hermosas.
Apenas pasaron unos días, si acaso una semana, y ya me había hecho mayor justo cuando comenzaba a disfrutar de mi metamorfosis. Se acercó una niña de cabellos dorados y sonrisa inocente con unas tenazas, sólo sentí el frío metal en mi cuerpo, morí y caí.
Quise ser tantas cosas que cuando fui lo que quise ser, había pasado demasiado tiempo. ¿Quién soy?

viernes, 14 de mayo de 2010

Necesidad de amar


No supe escribir nada alegre. Lo siento, se me escapó una lágrima.

Entre emociones confusas navego al compás de ilusiones y decepciones. No sé si reír o llorar, gritar o cantar, claudicar o luchar, no sé cómo reaccionar ante la vida.

Vacía. Buscando por los archivos de mi sistema límbico me percaté de que estaba vacío. Aún no habían llegado documentos sobre enamoramientos fortuitos, verdaderos. En el último estante encontré un informe, el único, hablaba de la necesidad de amar. Nunca había estado enamorada, si acaso ilusionada, confundida. Confundí la necesidad de sentir qué amaba a alguien con el verdadero amor; Ese que te hace sentir mariposas en el estomago cada vez que estás con él, que cuando te besa se para el tiempo y se eriza toda tu piel, ese mismo que te saca la sonrisa más sincera que habías mostrado, o eso dicen, yo no lo sé. Quizás una vez lo rocé. Lloré. Me derrumbé. Entre lágrimas me ahogué. Más tarde pensé que había amado y me alegré, pero confundí la necesidad con el amor, pues no sentía mariposas, el tiempo no se paraba con sus besos, mi sonrisa era fría como el hielo. A partir de ese momento supe que no lloré por nadie, lloré por mí, por ser incapaz de sentir.

Avergonzada. Pasan los años y no consigo encontrar la definición de amar. No aprendí en secundaria como el resto de mis compañeros. Me encuentro estancada en ese curso, no consigo aprobar la asignatura esencial de la vida. Una vez me dijeron que amar era el verbo más doloroso, pero más duele no haberlo conocido, lo digo yo, que se mucho de eso. No puedo compartir emociones con mis allegados y me avergüenzo. Callada espero a que cambien de tema, a que cuenten chistes o anécdotas en las que pueda intervenir. Dicen que tengo suerte por no estar enamorada, por no depender de nadie, por ser libre; Les contesto que soy libre, pero quiero depender, que al igual que ellos deseo tener a esa persona a quien abrazar, besar, compartir momentos inolvidables, que piense en mí, que se preocupe, que me haga sentir que soy especial.

Triste. Frente al espejo hablo con mi reflejo, le digo que estoy triste por culpa de la soledad, esa que invade todo mi cuarto por no saber amar, quizás sea miedo quién sabe, pero mi corazón no se abre. Vivo eternamente castigada. Soy mi propio enemigo, cómo luchar contra él. No quiero ser esa bohemia que consume sus últimos días en una cama roída por la ausencia, no quiero esa maceta muerta en la ventana, no quiero estar siempre frente a la pantalla escribiendo letras, no quiero morir de pena.

Dicen que acabaré sola, que por dejar de dar oportunidades me pierdo muchas cosas. Dicen que nadie quiere a una persona egocéntrica, superficial, sensible y calculadora, que no valgo tanto como para malgastar tiempo en derribar esa muralla. Dicen tantas cosas que he acabado por creérmelas, quizás tengan razón y me quede sola. Quizás muera por confundir el amor con la necesidad de amar.

sábado, 8 de mayo de 2010

Tu última parada

Mirada desencajada frente al espejo,ojos vacuos que derraman sangre,
labios medio quemados del frío aire,
tez pálida de expresividad constante.

Reflejo moribundo a punto de desaparecer,
no eres nadie sin una persona que depender
y piensas que has nacido para solventar
ese vacío que agrava esta estúpida sociedad.

Sigues frente al cristal deteriorándote,
no haces el esfuerzo por seguir adelante,
te limitas a respirar y a automarginarte
pensando que eres la persona más deprorable.

Sentado en un sillón viejo medio roído,
acumulas polvo de tu ausente pasado,
ausente de vivencias dignas de recordar
para alardear en fiestas de abogados.

Yaces en la cama ínmovil de sentimientos,
carente de energías para abrir los ojos,
tumbado bocarriba y huyendo de la realidad
esperas no despertar nunca más en ese lugar.

La luz de la mañana entra por tu ventana,
apenas has levantado un palmo de la cama
y ya te cuesta respirar en ese infierno
que has creado con el paso del tiempo.

Vagueas por el pasillo sin dirección prefijada,
sólo caminas descalza ante la atenta mirada
de retratos en la pared con personas desconocidas,
esas mismas que odias por recordarte que eres un alma vacía.

Acabas de nuevo en el baño ante el espejo,
pero esta vez con una cuchilla en la mano,
gotas rojas van pintando tu triste lavabo
que ocultan las lágrimas que derramaste antaño.

Por fin llegaste a la última parada de tu viaje,
sin ropa ni equipaje te desplazas en una bolsa negra,
ni frío ni calor, ni luz ni oscuridad, ni un sólo palpitar,
sólo tú, el olvido y un muerto más al que maquillar.

Carta de amor - Simplemente tú

 
Soledad Sin Calzada
C/ San Corazón, nº 1
CP/ Mi corazón

En algún lugar, a 8 de Mayo de 2010

No pretendo analizarte, aunque te encantaría. Te encantaría poder decirme que no acerté en nada, que sigues siendo esa persona impredecible, intocable y misteriosa de la que todos hablan. Incapaces de retarte, pensaste que eras impasible, disfrutaste en todo momento de tu fortaleza, te alimentaste de la debilidad de tus renegados, pero su consecuencia a largo plazo te producía un gran vacío. Nadie era capaz de pulir ese diamante que permanecía incrustado bajo capas de hormigón. Quisiste impedir tu recaída al abismo causante de tu armadura por lo creaste tu propia filosofía hedonista olvidando tu verdadero anhelo, la llegada de ese día en el que derriban el escudo que te protege en todas las batallas. Día tras día te enfrentabas a mentes demasiado simples, predecibles, monótonas, humanas al fin y al cabo, de las cuales no te suponía ningún esfuerzo salir airosa. No cambiabas de estrategia para solventar los conflictos y reías de tus hazañas poco enriquecedoras.

Tú, que tan segura estabas de ti misma ahora comienzas a dudar. Recuerdas por qué te enterraste viva en lo más profundo de aquella roca; huías de los verdaderos retos que te nutrían, los más dolorosos, esos mismos que de forma inconsciente, o no, echas de menos. 
No eres tan fuerte como piensas, no eres tan diferente como creen, pues compartes ese estado emocional que todos tenemos, miedo. Miedo a conocer algo más complejo que esos rumiantes a los que estás acostumbrada, miedo a no saber cambiar de táctica y que consigan despojarte de toda esa armadura que llevas incrustada; Por eso quizás no arriesgas con tu mayor rival, temes perder tu orgullo y valentía, temes volver a ser débil.

Hasta hoy permanecías impune a la espera de una mente que desnudara tus pensamientos, que rozara suavemente tus más íntimos deseos, que consiguiera pulir ese diamante que aún espera.
Como una suave brisa que consigue penetrar por lar ranuras de tu yelmo llegué yo, inesperada, activadora de tus miedos, dispuesta a desmontar tus sueños, tus barreras, vencerte en tu propio juego.
Ahora no sabes defenderte, pero tampoco haces nada por vencerme. Estás perdiendo esta partida y ebria de confusión dejas entrever tus cartas.

Tú, que anhelas ser libre. Yo, que encontré la llave para liberarte. Temes esa llegada en que salgas a un nuevo mundo, comenzar nuevas pautas, empezar algo oculto. Ya puedes salir fuera, la puerta está abierta, deja tu orgullo, sólo queda que tú quieras.

Soledad Sin Calzada

Nada

Cuando no encuentras ni un sólo motivo por el qué vivir. Cuando no te sientes identificada con los actos de los que se suponen son tus semejantes. Cuando estas rodeada de los tuyos pero sientes que estás totalmente sola y hablas al espejo para ver que alguien te escucha, y posteriormente escribes tus palabras para sentirte viva aunque nadie te lea eso, es sentir soledad.

Intentaste cambiar para encajar en tu entorno y por un momento creiste que lo habías conseguido. Te habías puesto el mejor disfraz. Adoptaste su lenguaje, cambiaste tu forma de vestir, tus creencias, tus ilusiones, renegaste de lo que eras abandonándote por completo. Rodeada de risas falsas y cumplidos incoherentes diste un paso hacia atrás, eso no era lo que querías. Te sentías una cobaya más sin personalidad propia. Engañaste a tus sentimientos para solapar en ese puzzle que desde un principio sabías que no estaba hecho para ti, eras la pieza sobrante. Decidiste hacer caso a la logística y abandonar el rompecabezas al que nunca habías pertenecido.
Comenzaste una nueva búsqueda exahustiva del juego del que provenías sin resultado alguno. Eres única, especial, el patito feo que todos ignoran por ser diferente. Caminas por un desierto repleto de oasis que no puedes alcanzar, tan cerca e inalcanzable a la vez. Construyes fantasías en las que caes inmersa en un paraje natural donde lo normal es ser insólito, todos abstractos pero con una pieza en común, la diferencia.
De vuelta a la realidad, el tiempo va quedando en el olvido y vas forjando una armadura que te aisla de todo contacto humano. Alejada de la sociedad derramas lágrimas incongruentes por no sentir nada. No sonríes. No te alegras por los demás. No amas. No añoras. No das cariño. No valoras. No das las gracias. No pides perdón. Todas estas sinfonías no son más que palabras ausentes en tu vocabulario que te van encerrando en un abismo de soledad, indiferencia, lejanía, tristeza. No le ves sentido a esta vida a la cual no debiste llegar jamás y vas desapareciendo tras esas lágrimas de cristal. Mientras lloras vas acumulando polvo en tu estantería de las experiencias, vacía de recuerdos, rota de mentiras. Tumbada en el suelo cierras los ojos y no ves nada, solo oscuridad, ni un sentimiento memorable, ni una imagen que recordar. De qué te sirve ser diferente si estás vacía de emociones positivas. Incapaz de disfrutar de una simple caricia, incapaz de valorar un elogio o una sonrisa, sólo buscas aversiones en cada uno de los gestos que recibes. Nada. Te quejas de no sentir, pero no haces ningún esfuerzo por remediarlo. Hablas. Reprochas. Infravaloras. Cuestionas. Te indignas, pero ¿haces algo para cambiar tu situación? Resignarte.
Has dejado de buscar tu lugar. Has decidido que tu sitio está entre las cuatro paredes que componen tu espacio personal, ese que tanto te costó alimentar. Alejada, ausente, callada, libida. Sólo de vez en cuando dejas escapar un leve suspiro de angustia que les hace recordar que estás ahí, viva, aunque tú ya no sientas nada.

Carta de amor - Querida Silenciosa




Soledad Sin Calzada
C/ San Vacío, nº Ninguno
CP/ 13666
En San Francisco, a 7 de Agosto de 1969


Querida Silenciosa qué decir que ya no sepas, porque allí estabas tú.

Sola, así era como pasaba las horas antes de conocerte. En un banco del parque desayunaba todas las mañanas acompañada por el cantar de los pájaros y el murmullo de la gente que pasaba por mi lado con cara desencajada. Allí estabas tú, pero yo inmersa en mis fantasías no notaba tu presencia, pues mi manía persecutoria te borraba de mi foco perceptivo. Voces que decían, voces que criticaban, voces y más voces que me dañaban. ¡Maldita sea! ¿Por qué no se callan? Más gente y a su vez más voces. No conseguía verte, el zumbido de un mosquito me distraía y el llanto de un niño me irritaba. ¿Por qué no se calla? 
Sonó la campana. Agitada me levanté, me dirigí a clase y allí estabas tú, sentada, mirándome fijamente, parecías llamarme con tu silencio y así fue, me senté a tu lado alejadas del resto de la clase. ¡Qué agradable! Al fin alguien que no decía, que no murmuraba, que no criticaba. Te miré. Me miraste. Te sonreí. Me sonreíste. Agachando la mirada sonrojada sentí tu aliento recorrer todo mi ser. Hasta ese momento no recuerdo una sensación tan hermosa como tu resuello en mi cuello, una brisa fresca que me llenaba de energía y paz interior. A partir de ese día nos hicimos inseparables, tú, yo y mis historias inalcanzables. Ya no volví a desayunar sola en aquel parque. Estaba contigo acompañada por las voces de esos primates, voces que decían, voces que criticaban, voces que reían, pero ¿por qué no se callan? Y ahí estabas tú. Me hacías olvidar aquellos sonidos virulentos que penetraban todos mis sentidos; Me rozabas la mano y erizando toda mi piel calmabas mi ser más inicuo, ese que estaba deseando salir para cometer el mayor de los pecados.

Pasamos largas horas en casa frente al espejo; Me peinabas. Te peinaba. Me sonreías. Te sonreía. Siempre estabas ahí cuando lo necesitaba. Eras la única que me escuchaba, que me entendía, que me aconsejaba. Dibujábamos paisajes en las paredes mientras las voces de mis padres decían, murmuraban, gritaban. “¿Qué estás haciendo?” “¡Para!”
No necesitaba a nadie más, ni siquiera a mi familia, todos representaban un incordio. ¿Por qué no me dejaban ser feliz a tu lado? Quisieron separarme de ti. Pensaban que estaba loca, que por hablar contigo había perdido toda la cordura. Aún así nos veíamos pero cada vez menos, esas pastillas del diablo me hacían olvidar todo tu recuerdo. No lograba recordar donde quedábamos, a qué hora te veía, a qué hora nos despedíamos. Dejamos de vernos. ¿Qué pasó? ¿Dónde estás? Te echo de menos.

Estoy entre cuatro paredes blancas otra vez sola. ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? No lo recuerdo. ¿Y mi familia? ¿Por qué no sé nada de ellos?
Voces extrañas procedentes de gente con bata blanca hablan, murmuran, dicen que presento ideas delirantes, alteración de la percepción, distorsión del pensamiento, aislamiento, negación de la realidad y abulia, diagnóstico esquizofrenia paranoide. Hace poco me regalaron un espejo y te vi, eras mi reflejo. ¡Sabía que no me abandonarías! Ahora, cada mañana al despertar me dirijo al gran cristal que hay colgado en la pared para poder verte. Me pongo justo enfrente y allí estás tú. Te miro. Me miras. Te sonrío. Me sonríes. Agacho la mirada sonrojada y recibo un hálito de aire en mi cuello que me alegra la mañana. Porque sé que existes, yo te veo, pero nadie lo admite. Quizás andan más preocupados en las voces que dicen, que critican, que murmuran al igual que hacía yo antes. He dejado de tomar esos caramelos de colores que me borraban tu recuerdo. Ahora soy feliz porque estás aquí, callada, sin decir nada.
Porque creo y creeré en ti.

Soledad Sin

Aire

Qué es el aire para mí sino un derecho congénito de los seres vivos, la libertad. Fue aquél que me acogió en sus brazos al nacer, la primera sensación de placer que recibieron las terminaciones nerviosas de mi cuerpo procedente del mundo exterior, el surgir. 

Aire, se convertiría en el eje de la rueda que mueve mi vida, esa brisa que siento cada despertar desplazándose por mi cuerpo y erizando mi piel al igual que lo hace un suave beso, esto es placer. Respiro y lo siento. 
Abro los ojos pero no lo veo. Está ahí, lo presiento. Quién no ha alzado los brazos alguna vez en una cima solitaria y mirando al cielo ha gritado a los cuatro vientos “¡Hola!” esperando que el aire nos respondiera con un eco, el gran conocido. Cuántas veces hemos paseado por la orilla del mar sintiendo el agua helada recorrer nuestros tendones mientras éramos acompañados por esa caricia en nuestras mejillas. ¿Y qué sentimos? Tranquilidad, armonía, paz, alegría, melancolía, todo un sin fin de adjetivos para describir a este duendecillo que recorre las calles día tras día.
¡Qué decir de nuestras emociones! El aire, reflejo de nuestro temperamento. Delator de nuestras rabias, confesor de nuestra felicidad. O no es cierto que decimos ¡Cuánto viento, el tiempo está como tú! ¡Violento! Aire, noto su presencia en todas partes. 
Olas grises que vienen y van con gran furia raptando cada grano de arena que compone la tierra. Las hojas de los árboles se mueven al compás de esté elemento. La bufanda roja de esa estudiante intenta escapar con él. Ese paraguas viejo refleja su dolor dejando caer lágrimas finas sobre el cabello negro de la atleta. Corremos y nos empuja. Quiere que juguemos. Nos envuelve en una burbuja sin fin hasta hacernos tocar el suelo. Quiere jugar a la lucha. Tan sólo un cobarde se descalza. Sube a la barandilla. Llora y desaparece de su vista, el fin.
Ni el agua, ni la tierra, ni el fuego nos acompaña hasta nuestro entierro. Sólo está él, el aire. Acompañante deseado en esas noches de encuentro, en una cama con un amante y un reloj viejo. Susurra a lo lejos que quiere participar. Golpea las persianas porque tan sólo quiere escuchar gemidos de placer y miradas de complicidad. Encelado hace el amor con las nubes que se corren hacia el norte. Disipan de su fervor que las eleva a las estrellas. El cielo despejado muestra la gran pasión de esté invitado que nos regala un cielo azul dibujado. Salimos al balcón y sonreímos. Gracias por este paisaje creado.
El aire es libertad, es satisfacción. Es nuestro acompañante hacia el más allá. Cállate. Escúchalo. Comprobarás que la sensación de paz que te transmite no es ni la mitad de lo que sentirás encerrado en un cuarto hablando con la soledad.

El encuentro


Aún no te conozco y ya te echo de menos,
no te he mirado a los ojos pero ya me reflejo en ellos,
aún no te he besado más siento en mi cuello tu aliento,
no he dormido contigo pero por las noches en mi cama te siento.


Recuerdo cuando te abrazaba a pesar de que aún no ha sucedido,
extraño tus te amos que todavía no han surgido,
visualizo esas imágenes de momentos que no hemos vivido,
sufro perderte cada despertar sin tan siquiera haberte tenido.


No he tenido la oportunidad de verte pero sé que eres bello,
pues tu rostro aparece en cada uno de mis sueños,
tu voz que aún no he oído me susurra a lo lejos
palabras de amor que me llenan por dentro.


Añoro el roce de tu dulce piel que aún no he sentido,
percibo tu aroma sin tan siquiera haberte conocido, 
divago memorias de tu ser sin que hayas existido
pues sólo eres un anhelo deseo de mi instinto primitivo.


Nunca hemos estado juntos y sin embargo nos queremos,
planificamos nuestro futuro sin saber si nos gustaremos,
más ambos nos buscamos entre las sombras y el tiempo
que dictan el camino hacia el día de nuestro encuentro.

Desconocido


El cielo triste me susurra a lo lejos,
me dice que está en mis pensamientos,
ese alma en pena que llora cada momento
por su soledad condenada al infierno.

La lluvia cae sobre mis hombros,
gotas finas que recorren mis ojos
se deslizan por mis mejillas poco a poco
y mis labios prueban un pequeño sorbo.

El viento acaricia mis oscuros cabellos
dejando mi bello rostro al descubierto,
fiera que muestra su más anhelado deseo
renacer de sus cenizas sólo por un beso.

Caen los relámpagos golpeando los tejados
con una fuerza que no evitan los pararayos,
su inmenso dolor estremece al mismísimo diablo
que eternamente abatido se encierra en su habitáculo.

El frío comienza a congelar todo mi cuerpo,
escarcha que empieza a penetrar mis sentidos,
con él cae la noche y me abraza con esmero
susurrándome al oído que necesita un beso.

La blanca nieve se acumula en mis zapatos,
posan en mis pestañas los helados copos
que me obligan a cerrar mis negros ojos
haciendome ver su más desolador llanto.

El sol me ilumina con sus cálidos rayos,
despierto por su calor en un sitio extraño,
no hay nada a mi alrededor ni siento las manos
no padezco de locura pues ya no lloro en vano.

Creemos ser felices cuando no amamos,
lloramos a escondidas por no ser amados,
la tentación nos reclama para acabar con el daño,
daño que un día nos condujo a un lugar extraño.

Soledad

Ahora la soledad me invade y no me queda más remedio que llorar, sin embargo de mis mejillas no cae ni una lágrima más ¿acaso he olvidado como llorar? ¿acaso no tengo motivos para hacerlo ya? ¿Derramé demasiadas lágrimas hace tiempo quizás? 

Sé que ya no sonrío, que mi mirada triste parece estar y que mi voz ya no recorre el aire para llegar a los demás , que no soy la misma de antes y que sólo tengo penas que contar. 
Quisiera salir a la calle, ponerme a correr y no mirar hacia atrás, no volver más a esta ciudad ni recordar lo vivido en mis dieciocho años de edad, que el pasado, pasado será y que nunca más volverá, que ya no tengo motivaciones en la vida para querer continuar, ¿acaso alguien mañana me querrá? Si espero nunca vendrá, pero si busco tampoco aparecerá. 
Camino por la acera entre las sombras de los demás, invisible para todos y visible para la soledad, la única que me comprende y me comprenderá, la que me arropa en las noches más frías con su calamidad, la que me recuerda una vez más que sigo sola esperando a que alguien me ame de verdad. Acompañada por el sonido de mis pasos llego todas las noches a mi hogar, donde mi familia me espera para cenar ¿o no?, una vez más se olvidan de que aún no había llegado y todos dormidos parecen estar, otra noche más cenando sola, bueno, junto con mi soledad, esa que siempre se acuerda de mí porque siente mi suspirar. 
Cansada de esperar a que despierten y me digan tan sólo "¿qué tal?" me empiezo a duchar, el agua hirviendo cae por mi piel sin sensibilidad, mis ojos permanecen inertes y mi corazón vacuo llora en silencio para a los que duermen no despertar. El espejo del baño se empaña y millones de gotitas que se deslizan por él van formando la palabra "soledad". Salgo de la ducha y comienzo a temblar, pero no de frío sino del miedo que tengo de encontrarme sola sin nadie con quien estar, sin caricias ni besos que dar. 
Me encierro en mi habitación y miro el reloj digital "las 11 y media una vez más" y aún sigo esperando a que alguien recuerde que existo y me de un toque nada más. 
Mientras tanto, mi cuerpo yace inmóvil en la cama, acurrucada cierro los ojos y me pongo a pensar "¿Qué he hecho en la vida que merezca la pena mencionar? ¿A quién he hecho feliz con sólo mi presencia estar?" ¡Joder! Y ahora es cuando comienzo a llorar porque al fin me doy cuenta que no hice nada por los demás, que sólo soy otro desperdicio de la sociedad, que no es que no se acuerden de mí, sino que olvidaron mi débil y triste respirar, pero los comprendo ¿quién se va a acordar de una persona que piensa primero en sí y luego en los demás? 
Así transcurre otra noche más; hablando con mis pensamientos y oyendo una voz que me susurra en la inmensa oscuridad "deja ya de luchar" . Abro los ojos y de nuevo un día más. Ni una llamada perdida , ni un saludo que dar, el mismo color de la amargura, el mismo olor de la infelicidad, la misma gente, el mismo caso ¡ninguno!, la misma mirada ante el espejo ¡vacua!, el mismo palpitar ¡lento y sin esperanza! la misma monotonía y siempre, reitero, siempre al llegar a casa la misma cara, la misma compañía, la única que me ama y que no me dejará jamás la soledad.