jueves, 20 de diciembre de 2012

Mensaje de Navidad

La Navidad, para los más creyentes la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, un gran acontecimiento que celebran todos los años para que no quede jamás en el olvido. Para los más pequeños un segundo cumpleaños en el que recibirán los juguetes que tanto han deseado. Para la mayoría un festejo que significa unas pronunciadas vacaciones en las que se reencuentran con aquellos familiares y amigos que hacen tiempo que no ven, unos días para estar con los seres queridos entre villancicos, anís, cordero y regalos. Para otros simplemente una época comercial que inventó el señor del Corte Inglés para sacar las cuartas a los ciudadanos más ignorantes y de mayor poder adquisitivo. Y para los más escépticos, y también incluyo en esta categoría a los pesimistas, la peor época del año, ¡sí! Están deseando que se pase cuanto antes "ese mal trago" para no tener que socializarse con su familia. Estos últimos se caracterizan por poner caras largas en todas las reuniones y pronunciar las siguientes frases mágicas; "vaya asco de Navidad", "odio los villancicos" , "estoy deseando que acabe esta mierda" y "¡yo no quiero ningún puto regalo!"
En definitiva, la Navidad genera un significado diferente dependiendo de la personalidad, ambiente social y cultura de cada persona; unos la aman, a otros les es indiferente y algunos la llegan incluso a odiar. Pero hay algo que todos olvidan. La Navidad no es una fiesta para no ir al trabajo, no es un segundo cumpleaños para recibir regalos sin ton ni son, no son dos semanas comerciales para gastarnos todos nuestros ahorros, y tampoco es una celebración para quejarse de todo y aparentar ser la persona más antipática y sosa del mundo.
La Navidad es un período para compartir con la familia y los amigos más allegados. Nos brinda la oportunidad de reunirnos todos juntos en un mismo salón para preparar una cena o un almuerzo el cuál estará lleno de sonrisas, cánticos, anécdotas y lágrimas por la ausencia de ese ser amado. Es un momento para reflexionar; para valorar positivamente a cada miembro de la familia y para amarlo de forma individual, ya que cada persona es única y no se podrá reemplazar cuando ya no esté entre nosotros. Es un tiempo para expresar nuestro amor a nuestros padres, tíos, abuelos, sobrinos, hijos, primos y nietos; son los que nos han tocado y los que han escrito nuestra vida, sin ellos no seríamos la persona que hoy somos.

Por todo ello, para mí la Navidad es tiempo de amar, compartir, valorar y de estar orgullosa de quien soy y de los miembros familiares que he tenido la suerte de tener, porque el día en que me falte un ser querido también me faltará un trocito de mi alma. Mi familia es irreemplazable, cada uno de ellos son únicos y han dejado grabado en mis recuerdos el amor que me han dado. Los amo de todo corazón y me alegro enormemente de que me hayan tocado ellos en mi vida, no podría haber deseado ni tenido una familia mejor, porque ya no sería MI FAMILIA.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cuento - El ahijado de la muerte (II)


Aquí os dejo la segunda parte del cuento popular español. Si aún no has leído la parte 1 del mismo, te recomiendo que visites la entrada anterior y te pongas al día para comprender la historia. Una vez leas la primera parte estarás listo para continuar el cuento.
Recordaros que esta historia es del siglo XV, surgida en los pueblos españoles cuyo autor o autores son desconocidos. Yo me he limitado a plasmar su leyenda para compartirla con todos vosotros, eso sí, que quede claro que esta versión está escrita por mí con todo lo que conlleva; mi gramática, vocabulario, imaginación, etc.


LA MUERTE QUIERE SER MADRINA (Parte 2)

Como bien prometiera La Muerte siete años atrás,  visitó a su querido ahijado el día de su séptimo cumpleaños para otorgarle una salud de hierro. Años más tarde apareció en la fiesta de su décimo quinto aniversario para concederle el poder de la sabiduría. Y por último, y no menos importante, asistió a la celebración de su vigésimo cumpleaños para regalarle el don del éxito.
Una vez más, La Dama de Negro hacía su entrada triunfal. Sin previo aviso, como ya era costumbre en ella, la puerta de la casa del campesino y su mujer se abrió de un solo golpe ante la atenta mirada de todos los invitados. Un halo de penumbra y tristeza inundó todo el salón, comenzó a llover ceniza y la tétrica madrina apareció entre la oscura y desolada niebla.
- ¡Buenas tardes familia! Hoy es el gran día. Me gustaría hablar a solas con mi querido ahijado, así que Ignacio, ven conmigo a tu habitación. - Dijo La Muerte.
- Por supuesto madrina, estaré encantado de charlar contigo. - Contestó el hijo del campesino.
- Hace mucho tiempo prometí a tu padre que te colmaría de grandes éxitos y glorias, que haría de ti un hombre rico y respetable, y como siempre cumpliré mi promesa. Ya es la hora. - Comentó La Muerte.
- ¿Y cómo lo harás querida madrina? - Preguntó Ignacio.
- Serás el mejor médico de toda la comarca. - Respondió La Muerte muy segura de sí misma.
La peculiar madrina sacó de su bolsillo unas ramitas y se las enseñó a su ahijado.
- ¿Ves estos hierbajos? Son mágicas, pueden salvar muchas vidas, únicamente tendrás que decirle a las familias del paciente que preparen una infusión con ellas, de esta forma el enfermo sanará en un breve espacio de tiempo.
- ¿Así de fácil, madrina? - Comentó el ahijado muy intrigado.
- Sí, aunque has de tener algo muy en cuenta; cuando visites a la persona enferma y te acerques a ella yo estaré allí, sólo tú me verás, para el resto permaneceré invisible. Asimismo, si aparezco en el lado derecho de la cama significará que con las hierbas podrás curar al enfermo, por el contrario, si aparezco en el lado izquierdo de la misma querrá decir que no podrás utilizar las hierbas mágicas, ya que el paciente estará destinado a morir y no podrás salvarlo. También recordarte que las hierbas jamás se secarán ni se gastarán, no importa cuantas veces las utilices, siempre permanecerán frescas. - Le explicó La Muerte.
- Me parece justo. - Dijo Ignacio.
- Recuerda esto mi querido ahijado, ¡nunca desobedezcas mi decisión, las consecuencias de romper el trato pueden ser devastadoras para ti, y no quiero hacerte daño! - Añadió la madrina.
- Así será, querida madrina. - Asintió su ahijado.
La Muerte, tras rozar la frente de Ignacio con su huesuda y congelada mano, se esfumó en un suspiro. La penumbra y la ceniza desaparecieron y los rayos del sol volvieron a atravesar las ventanas de la habitación. La claridad había vuelto al humilde hogar.

Pasaron un par de días desde la última visita de su madrina e Ignacio, con la ayuda de sus padres, comenzó a divulgar por el pueblo que podía curar cualquier tipo de enfermedad con un brebaje que sólo él sabía preparar.   Pronto llegaron los primeros pacientes, y como bien prometía el joven, salvó decenas de vidas, aunque también anunció la muerte de otras tantas. El principiante médico comenzó a reunir todo el oro inimaginable, se convirtió en un hombre apuesto y consiguió subir a la clase media-alta del país.
Esta noticia corrió como la pólvora por toda España; se decía de él que tenía poderes mágicos y que con tan solo unas hierbas lograba sanar enfermedades que ningún otro estudioso podía curar, sin embargo, también se cuchicheaba en voz baja que predecía la muerte y que nunca fallaba.
Un día, picaron a la puerta del joven médico.
- ¿Eres el famoso doctor que todo lo cura y que predice la muerte? - Preguntó un señor bien trajeado.
- ¡Sí, el mismo que viste y calza!. - Respondió Ignacio con una gran sonrisa.
- Soy un enviado de la corte. La princesa Aurora solicita sus servicios, el rey ha enfermado y quiere que sólo usted trate su enfermedad. - Informó el mensajero real.
- Está bien, iré al palacio encantado y haré todo lo que esté en mis manos. - Contestó el joven.

Una vez llegados a palacio, el mensajero escoltó al joven hasta la habitación del rey. Allí se encontraban la esposa y la hija de éste, Micaela y Aurora. Las dos mujeres lloraban sin cesar mientras agarraban la mano del emperador más bondadoso y honesto que había existido hasta el momento.
- ¡Por favor doctor, tiene que salvar a mi padre! - Gritó la princesa.
Ignacio, se acercó al rey muy cauteloso y preocupado. En ese mismo instante apareció La Muerte en el lado izquierdo de la cama.
- Lo siento, pero no puedo ayudar a vuestro padre. Tiene tal enfermedad que hasta a mí me resultaría imposible de curar. - Dijo Ignacio cabizbajo.
-¡Te lo suplico! ¡Sálvalo! Mi padre ha sido el monarca más bueno que ha existido hasta el momento, ha traído la prosperidad a nuestro país, sin él se tornará de negro y regresarán las guerras.
Ignacio miró a su madrina y le rogó con su mirada que le permitiera salvar la vida del rey. La Muerte, se negó en rotundo. El joven médico hizo caso omiso a su madrina y le ofreció las hierbas a la reina y a la princesa. Acto seguido, el cocinero de la corte preparó una infusión con esas ramitas y se la dio a Aurora para que ayudase a su padre a bebérsela. Tras tomar toda la infusión, el rey comenzó a sentirse mucho mejor y, muy agradecido, le ofreció al joven que fuera el médico personal de la corte y que viviera con ellos, al igual que el resto de los trabajadores reales.
La Muerte, tremendamente disgustada, le dijo a su ahijado que fueran a una habitación los dos solos.
- ¡Me has desobedecido! - Exclamó su madrina. - ¡Te dije que no podías llevarme la contraria! ¡Te dije que el desobedecerme traería grandes consecuencias, y no precisamente buenas!
- ¡Lo siento madrina! Me dio mucha pena ver a la princesa llorar por su padre y no pude evitar darle las hierbas. Además, el rey es un hombre muy bondadoso y cuida mucho del pueblo ¡Perdóname amada madrina! ¡No lo volveré a hacer más! - Suplicó Ignacio.
- ¡Está bien ahijado! Te amo mucho y no quiero hacerte daño, ¡pero que sea la última vez que me llevas la contraria! - Respondió La Muerte muy disgustada.

Pasaron los meses e Ignacio y Aurora se enamoraron; comenzaron a salir juntos y proclamaron su amor a los cuatro vientos. Era la época más feliz del ahijado de La Muerte; gozaba de gran salud y belleza, era un médico muy respetado, había logrado ascender a la clase alta y estaba emparentado nada más y nada menos que con la hija del rey.
Un día, la amada del joven picó en sus aposentos.
- Querido Ignacio, el bebé de mi mejor amiga ha caído enfermo, ¡tienes que sanarlo!. - Solicitó la princesa.
- Está bien, visitaré al pequeño niño y haré todo lo que pueda, pero tranquilízate mi vida. - Respondió el médico.
El joven se acercó a la cuna donde se encontraba dormido el niño y esperó a que su madrina hiciera acto de presencia. Una vez más, La Muerte apareció a la izquierda de la cuna. Ignacio le dijo a su amada que ya nada podía hacer por él.
- ¡No, por favor! ¡Ayuda a mi amiga! No quiero verla sufrir, debes salvar a su hijo, ¡te lo ruego amado mío!  - Le pidió la princesa con lágrimas en los ojos.
Por segunda vez, Ignacio desobedeció a su madrina y entregó las hierbas a la madre del bebé para que le preparase la infusión. Horas más tarde el pequeño niño se sanó completamente y todos los de la corte agradecieron notoriamente los servicios del médico real.
Cuando Ignacio regresó a sus aposentos una enorme neblina negra comenzó a cubrir todas las paredes y unos truenos infernales golpeaban el frío mármol de aquella habitación.
- ¡Pero qué has hecho ahijado! ¡Te dije que no volvieras a llevarme la contraria! ¡Te lo recalqué mil veces! ¡No me queda otra que castigarte, aunque me duela el alma.! - Gritó La Muerte.
- ¡Madrina, te lo ruego! ¡Perdóname, no pude dejar morir al bebé, es tan solo un niño! Además, si lo dejaba morir mi amada estaría llorando durante semanas, no podía dejar que eso sucediera. - Respondió el joven medico.
- ¡Ignacio, sabes que te lo advertí! Debería castigarte por ello, pero no puedo. Eres parte de mi esencia y mi amor por ti no se podría contar con estrellas. De acuerdo, te daré una última oportunidad. ¡No me falles! Recuerda esto, nunca más has de desobedecerme, te lo digo por tu bien. - Advirtió La Muerte.
Ignacio llorando de felicidad besó los pies de su madrina una y otra vez, ¡se había salvado! Pensó que nunca más rompería el trato, estaba seguro al cien por cien. La Muerte por su parte se marchó de palacio convertida en una nube mientras su ahijado seguía besando el suelo que pisaba.

Una buena mañana, la princesa despertó muy enferma. Ignacio se temía lo peor y no quería estar al lado de su amada, estaba aterrorizado. De esta forma, dejó la salud de la princesa es manos de los mejores doctores de palacio. Sin embargo, ningún médico podía curarla, ninguno sabía qué tipo de enfermedad padecía. El joven médico quería mantenerse al margen para evitar una decisión que podría ser fatal, pero no podía ver morir a su amada. Decidió que ya era hora de de envalentonarse.
Ignacio, compareció en la habitación de Aurora, con mucho temor se acercó a ella y esperó a que su madrina apareciera de nuevo. Era la primera vez que el joven temblaba de miedo por ver a La Muerte, ¿qué decisión podría tomar esta vez? ¿Sería negligente con él? Sólo su madrina tenía la respuesta.
Un par de minutos después, La Muerte apareció... Desgraciadamente en el lado izquierdo de la cama. El joven lloró, se arrodilló y suplicó con sus miradas que lo dejara salvarla, pero La Muerte se negó. Por tercera vez, Ignacio decidió desobedecer a su madrina y le preparó él mismo la infusión a la princesa, no obstante, Aurora nunca se recuperaría. El ahijado de La Muerte, sin entender nada, rogó a su madrina que la salvara, pero ésta se negó en rotundo. Enfadada, tremendamente enfadada, agarró a su ahijado de la mano y lo llevó hasta un lugar que solo conocía ella.
- ¿Qué es esta cueva? ¿Dónde estamos? - Preguntó Ignacio.
- Esta es mi casa. - Contestó La Muerte. - ¿Ves todas esas velas? Cada velita representa la vida de una persona; las más largas pertenecen a los recién nacidos, las medianas pertenecen a las personas de mediana edad y las más cortas y titubeantes pertenecen a los ancianos y a los enfermos que ya nada se puede hacer por ellos.
- ¡Por favor madrina, no me mates! ¡No apagues mi vela! ¡Perdóname por ser un mal ahijado! - Imploró el joven mientras agarraba fuerte las escuálidas piernas de La Muerte.
- ¡Escúchame querido Ignacio! ¿Ves esa vela que está apunto de consumirse? Es el alma de la princesa. Aunque yo quisiera curarla ya no podría. Su llama está apunto de apagarse y la cera de su vela es casi inexistente, ya no está en mis manos su vida, el destino ha hablado. ¿Ves la vela tan larga que hay justo a su lado? Es la tuya, querido mío, a ti aún te queda mucho por vivir. - Dijo La Muerte.
Al oír estas palabras, el joven se levantó del frío suelo de las tinieblas y se acercó a la vela de su amada.
- ¡Puedo darle más llama con mi vela! - Gritó el joven.
- No serviría de nada, su vida no duraría más de dos días, su cera se ha consumido casi por completo. - Respondió la muerte llena de dolor y rabia.
- ¡Dame otra oportunidad! - Suplicó Ignacio.
- El único regalo que yo puedo concederte es apagar tu vela y la de tu amada a la vez para que volváis a estar juntos, pero es algo que no quiero hacer, te amo con locura y no quiero arrebatarte la vida. - Contestó La Muerte sumergida en un ambiente de tristeza y oscuridad.
Ignacio la miró y ésta supo entender qué debía hacer. Posó los dedos en ambas velas y las llamas se ahogaron a la vez. Su amado ahijado yacía en sus brazos, mientras que la princesa expiraba su último aliento en sus aposentos, por fin volverían a estar juntos.
La tétrica madrina quedó totalmente desolada. Por primera vez había sentido tristeza, un sentimiento que jamás había experimentado hasta aquel día. Rota de dolor y con su ahijado aún en los brazos, dijo:
- Estoy llorando aunque de mis vacías y oscuras cuencas no salgan lágrimas.


FIN...

Parte segunda escrita por Melodi Rodríguez Luque.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Cuento - El ahijado de la muerte (I)

Versión original: cuento popular español, siglo XV
Autor/ autores: desconocidos, leyenda de España
Posterior versión: Hermanos Grimm, siglo XVII - XVIII
Título Latino: El ahijado de la muerte (llevado al cine en 1946)
A continuación, daré paso a la primera parte de la historia original de "La muerte quiere ser madrina", escrita con mi toque personal pero siendo fiel al argumento, sobre todo, al final que han modificado tantas veces diversos países. Quiero dedicárselo a todos los autores españoles desconocidos que han sufrido un gran plagio durante siglos y que han visto cómo escritores extranjeros se llevaban el mérito de sus obras. ¡Va por ellos!


LA MUERTE QUIERE SER MADRINA (Parte 1) 

En un pueblo español, a mediados del siglo XV, un humilde campesino y su amada mujer fueron bendecidos con el nacimiento de un hermoso y a la vez débil hijo varón. Los padres, que eran conocidos en aquel lugar por su pobreza, no encontraban a nadie que quisiera ser padrino de su bebé, ya que para una familia de clase media no era de buen prestigio acoger a un muerto de hambre. El fiel esposo, tras ver llorar a su mujer durante días, decide coger a su hijo en brazos y partir hacia otros pueblos en busca del tan preciado padrino.
- No te preocupes mi vida, te prometo que encontraré a un padrino especial que sea digno de nuestro primogénito. - Espeta el marido a su esposa mientras envuelve al niño en una manta para marchar.

Poco tiempo llevaba el campesino atravesando un camino desértico cuando se cruzó con un ser vestido con una larga túnica roja que dejaba entrever un rabo negro y el cuál sostenía una cornamenta encima de su cabeza.
- ¡Hola José! - Dijo El Diablo. - Tengo entendido que estás buscando un padrino para tu hijo, aquí lo tienes, no busques más. Yo soy el indicado para ese puesto. Colmaré a tu pequeño bebé de una gran fuerza, será respetado y temido, nadie se burlará de él y tendrá una salud de hierro.
- Agradezco tu ofrecimiento, pero no puedo aceptarlo ya que eres el ser que trae el miedo a nuestras casas, provocas guerras entre nuestras aldeas y arruinas nuestras cosechas. No conoces el sentido de la justicia y de la bondad, solo conoces la maldad, nadie querría acercarse a mi hijo. - Argumentó el campesino.
El Diablo rebufó por el rechazo al que se había visto expuesto y desapareció entre una gran humareda negra dejando un rastro de vanidad y lujuria a su paso. 

José continuó su búsqueda pero sin ir demasiado lejos, pronto escucharía una voz dulce y cálida que llamaría su atención de inmediato, giró la mirada y vio a un hombre sentado en una roca, estaba envuelto por una luz blanquezina y rodeado de vegetación y criaturas del bosque.
- José, yo seré el padrino de tu precioso bebé. - Dijo el Santo. - Como bien sabes, soy una divinidad carente de pecados y repleto de bondad y honestidad. Yo llevará a tu hijo a una gloria celestial y será la persona más maravillosa del universo.
- Muchas gracias Santo, pero no eres lo que estaba buscando. Eres demasiado bueno y además eres muy pobre, contigo mi hijo estaría en una pobreza absoluta, no conocería el significado de la fuerza y del trabajo, no llegaría a ser un hombre respetado. Lo siento, pero he de rechazar tu petición. - Contestó el campesino.
El Santo, algo dolido, aceptó amablemente la decisión de José y desapareció entre las hojas de los árboles.

El campesino continuó su andanza hasta que de las frías tierras surgió un alma en pena vestida de negro sosteniendo una gran y afilada guadaña. José aterrorizado se arrodilló y comenzó a suplicar.
- ¡No me mates, por favor! ¡No me lleves contigo! ¡Aún no quiero morir! - Le rogó a La Muerte. - ¡Dame tiempo para encontrar un padrino que cuide de mi bebé y de mi esposa! - Continuó implorando entre sollozos. El campesino era todo un mar de lágrimas.
- Tranquilo José, no debes tenerme miedo. No quiero llevarte conmigo, quiero ser la madrina de tu vástago. Yo lo amaré más que a mí misma y lo colmaré de gloria - Contestó La Muerte.
- ¿Ser la madrina de mi hijo? Eres la muerte, ¡quién podría llevarte la contraria! Eres la todopoderosa, la única que tiene en sus manos la decisión de la vida y la muerte, la que protege las almas, la gente tiembla ante tu presencia. ¡Acepto! Serás su madrina. El bautizo se celebrará el sábado a las nueve de la mañana. - Respondió mientras se secaba las lágrimas.
- Te prometo que lo amaré por siempre. Lo sanaré, crecerá fuerte y sano, será inteligente y honrado, tendrá éxito en la vida y será un hombre rico y respetado. - Comentó La Muerte. 
- Muchísimas gracias, tú eras el ser que estaba buscando. Ahora mismo iré a hablar con mi mujer para darle la noticia. - Agradeció José.
Tras estas palabras La Muerte se esfumó por donde vino y el campesino retomó el camino a casa deseando contarle la magnífica noticia a su querida esposa. No podía aguantar las ganas de hacer feliz a su amada y verla de nuevo sonreír. ¿Le gustaría la madrina elegida? Se preguntaba con ilusión. Era obvio que La Muerte sembraba el terror en todo el pueblo, pero también había que reconocer que era la dueña de la vida y el ser más poderoso de la Tierra. ¡Claro que le encantaría!

Llegó la mañana del bautizo. Todos los allí presentes estaban intrigados por saber quién se había ofrecido para ser el padrino de aquel niño. Los murmullos no cesaban, aquello parecía un corral de gallinas en celo, el respeto había quedado olvidado para aquella familia. 
Los flamantes padres, que sostenían a su adorable y ya sano hijo, estaban de pie junto al cura esperando la llegada de la polémica madrina. El reverendo no aceptaba a La Muerte, y obviamente, días antes había estado buscando en las sagradas escrituras argumentos que impidiesen la presencia de este ente en su lugar sagrado, pero no obtuvo ningún resultado, así que a su pesar tuvo que permitir esta ceremonia. 
Don, don, don. Sonaban las campanas. Ya era la hora, había que dar comienzo a este bautizo. El clérigo, aliviado al ver que La Muerte no había llegado, se dispuso a bautizar a la pequeña criatura, pero de repente, las puertas de la iglesia se abrieron de par en par con tal fuerza que los tornillos salieron disparados. Acompañada por una ráfaga de viento y polvo de ceniza apareció La Dama de negro. El cura, horrorizado por aquella escena, paró la ceremonia y comenzó a temblar. El silencio se apoderó de la sala. El miedo penetró las entrañas de la muchedumbre, estaban aterrorizados. Nadie se arriesgaba a pronunciar palabra. A cada paso que daba La Muerte una persona espiraba, aquellos pobres desgraciados contenían la respiración. La esperada madrina seguía acercándose lentamente por aquel pasillo que se hizo eterno para todos, el tiempo parecía haberse parado. 
Una vez llegada al altar, La Muerte regaló a su ahijado una bolsa de oro y le musitó:
- Te visitaré cuando cumplas siete años, cuando celebres los quince y cuando hagas los veinte. A esa edad, ya mayor de edad, te culminaré de éxitos y glorias.
Cuando terminó su discurso, La Muerte acarició la frente del recién bautizado con sus fríos y esqueléticos dedos y se marchó entre tinieblas y sufrimiento. Un gran suspiro al unísono se escuchó en la iglesia, todos habían respirado a la vez. El miedo desapareció y los cotilleos regresaron a la celebración.
- ¡Nuestro hijo ya tiene madrina! - Gritó la madre del pequeño. 

Continuará...

- Parte Primera escrita por Melodi Rodríguez Luque.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Porque yo lo valgo

No supieron valorarme entonces y no pretendo que me valoren ahora.

Desde que mi memoria alcanza sus primeros recuerdos siempre me han recalcado mis defectos y mis fallos dejando a un lado mis virtudes, que no eran pocas. Jamás me hicieron sentir una persona especial, al contrario, me hicieron creer que mis esfuerzos y mis logros eran en vano. Se dedicaron a disipar cualquier ilusión de proyecto que surgía en mi mente, y en su lugar me anegaron con reprimendas y comparaciones odiosas, siempre era menos que la hija de fulano de tal. Nunca era lo suficientemente extraordinaria para ellos, no era el lienzo perfecto que quisieron dibujar, al parecer salí algo defectuosa. No sé que esperaban de mí, ni siquiera sé que esperan a día de hoy. Siempre recibí duras críticas y pocos halagos. Consiguieron ridiculizar el comprimido ego que me quedaba e hicieron que mi personalidad se resumiera en un trastorno del estado del ánimo, obvio ¿no? Durante bastante tiempo el hastío inundó mis días y las dudas de mi existir enmascararon mi carácter; me volví apática, fría y mi lógica social rozaba lo absurdo. Habían anulado mis capacidades para resolver problemas, me sentía como un roedor de laboratorio en un laberinto desconocido. Necesitaba ayuda.
No sé cómo ni cuándo encontré a mi ángel de la guarda por el camino, pero apareció en el momento idóneo. Me abrió los ojos. Me hizo recordar mis años de gloria, los éxitos que coseché y las victorias que podría conseguir si no me rendía. Por primera vez en mi vida alguien supo apreciar mis esfuerzos y méritos, por primera vez me dijeron que valía, que era un ser especial. Sus palabras me dieron fuerzas y esperanzas para seguir adelante. Comencé a confiar en mi persona. Me amé. Me valoré. Me apoyé. Me di ánimos y cambié. Continué mi historia dándole un toque de humor, hice una sátira de mi vida y formé moralejas con mis experiencias. ¡Todo pasa por algo, señores! Y tranquilos, siempre es para bien.
Actualmente siguen recordándome mis defectos y mis fallos, e incluso piensan que soy un caso perdido y que carezco de virtud. No obstante, a estas alturas de la película me da lo mismo, ya no busco la aprobación de nadie, si no saben apreciarme no es mi problema, yo sigo mi camino hacia lo que verdaderamente me hace feliz. Dejé de expresar lo que querían escuchar, ahora me limito a decir lo que realmente pienso. ¡Se acabó el ser complaciente!  Me siento orgullosa de quien soy y he conseguido amarme como nunca he amado a nadie. Solo necesito mi propio asenso para demostrarme a mí misma que valgo, y mucho.
No supieron valorarme entonces y no pretendo que me valoren ahora, para elogios ya estoy yo, porque yo lo valgo. 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El descenso

Agarré tu mano con ansia pero no tuve la fuerza suficiente para evitar que cayeses. Mientras veía como descendías por ese acantilado pensé, ¿cómo será a partir de ahora mi mundo sin ti? Seguías cayendo sin alejar tu mirada de mis pupilas, esas canicas negras que estaban reflejando tu triste final. El mar reclamaba tu cuerpo y las rocas esperaban penetrar tus delicados huesos. Cuatro lágrimas saltaron de mis mejillas para acompañarte en tu descenso, se posaron en tus labios y caíste sin más recelo. Eras picadillo para las piedras y almuerzo para las gaviotas. Me aferré fuerte a los hierbajos que yacían al filo del despeñadero, y mis manos comenzaron a  sangrar tras clavarme las afiladas piedrecitas que cubrían aquel rocoso suelo. No me importaba, tal dolor no era comparable con la pérdida de tu alma. Desde allá arriba vi cómo te desintegrabas en tan solo cinco minutos, la ley de la naturaleza hizo su función, eras carne de cañón. Desapareciste, ni tu cuerpo me quedaba para el recuerdo. No podría celebrarte un funeral digno de tu ser, no podría guardar tus cenizas para arrojarlas posteriormente a ese mismo abismo que te arrebató de mis brazos. Lloré, sí. Lloré desconsoladamente y deseé la muerte. Intenté incorporarme para arrojarme al mar y regresar contigo, pero no pude, algo me lo impedía. Un pesar en mi espalda me inmovilizó en aquel lamentable momento, ni mis manos ni mis pies reaccionaban a mis deseos de poner fin a esta agonía. En un último intento de llegar a ti me arrastré como pude y salté al abismo. El suicidio se me hizo eterno. No veía la hora en que mi cabeza golpeara contra aquellas rocas del infierno. Durante mi descenso vi las aguas enfadarse y las aves picotear mis cabellos. Vi las nubes disiparse y el tiempo frenar sus agujas. De repente, una luz blanquecina deslumbró mi vista produciéndome un desmayo casi inmediato. Pude apreciar el fin de mi existencia y la cercanía de tu persona a mi corazón. Un amor cálido me envolvió y sentí esa sensación tan placentera que sólo tú sabías darme en aquellas noches de pasión tan placenteras. Siento acariciar mi piel por unas sábanas blancas de seda. Siento cómo el sol calienta mi cuerpo y percibo tu aroma muy cerca de mi ombligo. Un fervor irrumpe mi alma y mi cabeza arde en deseo. Abro los ojos y estás aquí, entre mis piernas, proporcionándome el placer que sólo tu sabes darme. Buenos días mi amor.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Crecí con Lara Croft

Hoy, si me lo permitís, quiero dedicar esta entrada a uno de mis ídolos de la infancia, adolescencia y madurez, Lara Croft. ¿Por qué? Muy simple, me gusta compartir con todos vosotros un poco de mi vida y no saturaros con tantos relatos y cartas. De vez en cuando viene bien que conozcáis mis gustos y aficiones.

El 1 de diciembre de 1996 se lanzó a la venta la primera entrega de la saga de Tomb Raider, cuyo único personaje jugable lo protagonizaba una mujer, Lara Croft. Un dato muy interesante en aquella época ya que por primera vez en toda la historia de los videojuegos la figura femenina comenzaba a cobrar relevancia. No podemos olvidar la majestuosa anatomía y el carácter peculiar de la asaltatumbas cibernética; mujer de armas tomar, carácter frío y calculador, voluptuosa delantera, curvas peligrosas, piernas infinitas, labios carnosos, sexualidad desbordante y munición ilimitada, en fin, todo lo que se puede pedir a la mujer ideal. Causó tanta expectación este personaje femenino que los fans del videojuego deseaban conocer en persona a la protagonista. Debido a este hecho, las compañías Core Design y Eidos Interactive (ya desaparecidas) se vieron en la obligación de buscar a una modelo y/o actriz que encarnara a Lara Croft para satisfacer los deseos de sus miles (y posteriormente millones) de seguidores. Para ello contaron con la desconocidísima modelo Nathalie Cook, quien duró muy poco en el papel (1996-1997), ya que fue contratada cuando el videojuego llevaba varios meses en el mercado y no tuvieron tiempo para realizar un elaborado casting es busca de una mejor representante.
Tampoco podemos olvidar que Tomb Raider, junto con el videojuego Quake, introdujo el 3D en el mundo de las consolas, un hecho totalmente revolucionario y que marcaría historia. Aquí dio comienzo la REVOLUCIÓN TOMB RAIDER, y también dio comienzo mi fascinación por el personaje a la temprana edad de ocho años. 
¿Cómo llegó a mi poder este videojuego a esa corta edad? Gracias a mi padre, un gran aficionado de las videoconsolas. Él fue quien compró la segunda entrega de la saga, Tomb Raider - The dagger of Xian, (sí, comprar, por aquel entonces no existía la piratería, eso surgiría dos años después) y me introdujo en el mundo de Lara Croft. Recuerdo cuando jugaba a sus partidas guardadas, ya que los niveles eran demasiado complicados debido a esos puzzles enrevesados, ¡era difícil hasta para mi padre! Aún recuerdo la pantalla de Venecia, donde había que conseguir entrar por un portón que se cerraba con tiempo limitado y había que pasarlo buceando por abajo (quien sea fans sabrá y recordará de qué estoy hablando). A partir de entonces, me volví una seguidora innata de Lara Croft; soñaba con ser ella, coleccionaba todos sus juegos, los pósters, las guías de pantallas, los suplementos de las revistas y las numerosas muñecas que salieron a la venta. Sí, me volví una gran fan. Vi en ella a una heroína, un personaje que reivindicaba los derechos y la fortaleza de la mujer; valiente, fuerte y sin miedos. Fue mi modelo a seguir y crecí con ella, con Lara Croft.    

Por todo ello, realicé hace unos cuatro meses una Web dedicada a la saga TOMB RAIDER, la cuál hoy quiero compartir con vosotros. En ella podréis disfrutar de las últimas noticias, conoceréis a fondo cada entrega, cada modelo, cada actriz, cada cómic. ¡No te la puedes perder!


lunes, 15 de octubre de 2012

Carta de amor - Cierra los ojos

 Consuelo Eterno
C/ Esperanza, nº 2
CP/ 25120

En Los Ángeles a 1 de noviembre de 1994

Hoy te escribo antes de partir, hoy que aún me quedan fuerzas para despedirme de ti.

Me enamoré nada más verte, eso ha sido obvio durante todos estos años.
Tus grandes ojos azules me hechizaron y tu tez blanca como la perla sedujo mis entrañas. El destino decidió que fueses para mí y te alojó en mis brazos. Eras tan hermoso y tan puro que no pude apartar la mirada de ti, no pude ignorar el bello cosquilleo que avivabas en mi vientre. Tu olor, tu tacto y timbre de tu voz provocaron que decidiera hacerte mío sin tan siquiera titubear. Sí, lo tenía muy claro, no podía dejar pasar esa oportunidad que me regalaba la vida para ser feliz y sentirme completa.
    
Han sido muchos años los que hemos pasamos juntos. Han sido decenas de lágrimas, cientos de sonrisas y mil anécdotas. Hemos compartido el mismo amanecer, el mismo anochecer, e incluso la misma cama. Caminamos durante un largo tiempo por el mismo sendero, nuestros caminos nunca se desviaban.
Crecimos juntos. Tú me aportabas conocimientos nuevos y yo te respondía con mi sabiduría. Paseaba por la calle agarrada de tu mano. Comíamos juntos. Íbamos al cine. Dormíamos abrazados en el sofá dándonos calor en las noches más frías. Te cuidaba cuando caías enfermo y me mimabas cuando veías que mis fuerzas se debilitaban. Éramos dos en uno. Yo era tu hombro sobre el que llorar y tú eras mi razón de vivir. Como el sol a la mañana nos necesitábamos para vivir. Éramos luna y noche, sol y día, lluvia y río, alumno y maestro, dos pilares que necesitan el uno del otro para existir.
Tus caricias, tu aroma, tu llanto, tus ruiditos cuando dormías y tu personalidad, me hacían despertar con gran tesón y siempre deseaba volver pronto a casa para deleitarme con tu agradable compañía. Eras y eres único, especial, mi segunda mitad, sólo y por siempre mío.

Los años pasaban y todo parecía ir sobre ruedas pero olvidamos algo muy importante, el tiempo no perdona a nadie, la inmortalidad no existe.
Hemos tentado a la suerte, mi reloj está a punto de marcar sus últimas horas y sigo agarrada de tu mano, no quiero soltarla, no quieres soltarme. Ojalá pudiera parar el tiempo y hacer de este momento algo eterno, pero lamentablemente no puedo ir en contra de la naturaleza, hoy he de decirte adiós, quizás hasta pronto. 
Sin apenas darnos cuenta mi tiempo aquí ha finalizado. Es ley de vida que tú vivas y yo muera. Envejecí a tu lado, te enseñé todo lo que estuvo en mi mano para que te hicieras un hombre fuerte y honrado. Mi cuerpo arrugado y marchito me suplica descansar. He de marcharme y dejar que sigas avanzando solo.
Terminé el libro de mi vida, pues ya no me quedan más páginas que rellenar, lo acabé contigo. Sin embargo, tú aún tienes páginas suficientes para seguir escribiendo tu historia, aún tienes tiempo para enamorarte por segunda vez y la obligación de trasmitir tu sabiduría a otro pequeño ser puro de tez blanca y grandes ojos azules. Aún te queda sentir las mariposas en el vientre al ver nacer a tu hijo, cogerlo en los brazos y sentir que es tuyo, sólo y por siempre tuyo. Te queda mucho por vivir hijo mío, te quedan muchas anécdotas que compartir.

Te ruego que no llores cuando mi cuerpo no esté presente. No llores cuando mi alma se vaya lejos. No pienses de qué forma me abrazarás cuando no puedas tocarme. No imagines de qué forma me oirás cuando mis palabras no surquen tus vientos. No sufras por echarme de menos. Sonríe por el hecho de haber compartido toda una vida a mi lado y sonríe por haber llenado tu mente de mis recuerdos.  Valora todo lo que has vivido junto a mí y nunca tendrás que añorarme, valora hasta nuestros últimos días juntos y siempre estaré a tu lado, protegiéndote y velando por ti.
Las personas buenas y amadas no se van, no se pierden, no se echan de menos ya que siempre están y estarán ahí, en tu memoria, en tus pensamientos y en tu corazón. Querido hijo, cuando me necesites cierra los ojos y volverás a estar conmigo.

Siempre serás mi niño.
Te ama, mamá.


lunes, 1 de octubre de 2012

Un triunfo amargo

Desde las gradas observo ensimismada el partido. Tan sólo quedan dos minutos para su final y ambos equipos permanecen empatados. El ambiente se vuelve hostil; el público abuchea a los jugadores, el entrenador escupe una gran verborrea digna de estudio, los suplentes parecen estar poseídos y el árbitro comienza a difamar. En una esquina permanece casi inerte un jugador que resalta por su baja estatura y su extrema delgadez. Podría decirse que es el bufón del equipo; ese al que abuchean, ridiculizan y olvidan que existe cuando todos regresan a casa. En un desesperado intento por hacer cambiar la opinión de todos los allí presentes comienza a correr como nunca lo había hecho, algo sobrehumano había despertado en él. Con gran rabia consigue rescatar el balón, toma impulso saltando sobre la espalda de un compañero y anota el tanto del triunfo. Los espectadores se vuelven loco con él; le ovacionan, le tiran flores y reclaman su nombre, Pero nada pueden hacer para reavivar su débil y triste corazón que dejó de latir antes de tocar el suelo.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Carta de amor - Querida Cristina


Soledad Sin Calzada
C/ San Vacío, nº Ninguno
CP/ 13666
En San Francisco, a 7 de Agosto de 1969


Querida Cristina, qué decir que ya no sepas, porque allí estabas tú.

Sola, así era como pasaba las horas antes de conocerte. 
En un banco del parque desayunaba todas las mañanas acompañada por el cantar de los pájaros y el murmullo de la gente que pasaba por mi lado con cara desencajada. Allí estabas tú, pero yo inmersa en mis fantasías no notaba tu presencia; mi manía persecutoria te borraba de mi foco perceptivo. Voces que decían, voces que criticaban, voces y más voces que me dañaban. ¡Maldita sea! ¿Por qué no se callan? Más gente y a su vez más voces. No conseguía verte, el zumbido de un mosquito me distraía y el llanto de un niño me irritaba. ¿Por qué no se calla? 
Sonó la campana. Agitada me levanté, me dirigí a clase y allí estabas tú, sentada, mirándome fijamente, parecías llamarme con tu silencio, y así fue. Me senté a tu lado alejadas del resto de la clase. ¡Qué agradable! Al fin alguien que no decía, que no murmuraba, que no criticaba. Te miré. Me miraste. Te sonreí. Me sonreíste. Agachando la mirada sonrojada sentí tu aliento recorrer todo mi ser. Hasta ese momento no recuerdo una sensación tan hermosa como tu resuello en mi cuello; una brisa fresca que me llenaba de energía y paz interior. A partir de ese día nos hicimos inseparables, tú, yo y mis historias inalcanzables. Ya no volví a desayunar sola en aquel parque. Estaba contigo acompañada por las voces de esos primates; voces que decían, voces que criticaban, voces que reían pero ¿por qué no se callan? Y ahí estabas tú. Me hacías olvidar aquellos sonidos virulentos que penetraban en mis sentidos. Me rozabas la mano y erizando toda mi piel calmabas mi ser más inicuo, ese que estaba deseando salir para cometer el mayor de los pecados.

Pasamos largas horas en casa frente al espejo. Me peinabas. Te peinaba. Me sonreías. Te sonreía. Siempre estabas ahí cuando lo necesitaba. Eras la única que me escuchaba, que me entendía, que me aconsejaba.
Dibujábamos paisajes en las paredes mientras las voces de mis padres decían, murmuraban, gritaban. “¿Qué estás haciendo?” “¡Para!” No necesitaba a nadie más, ni siquiera a mi familia, todos representaban un incordio. ¿Por qué no me dejaban ser feliz a tu lado?
Quisieron separarme de ti. Pensaban que estaba loca, que por hablar contigo había perdido toda la cordura. Aún así nos veíamos de vez en cuando pero nuestros encuentros se iban reduciendo a medida que pasaba el tiempo, esas pastillas del diablo me hacían olvidar todo tu recuerdo. No lograba recordar donde quedábamos, a qué hora te veía, a qué hora nos despedíamos. 
Dejamos de vernos. ¿Qué pasó? ¿Dónde estás? Te echo de menos.

Estoy entre cuatro paredes blancas, otra vez sola.
¿Cuándo fue la última vez que estuvimos juntas? No lo sé, no lo recuerdo.
¿Y mi familia? ¿Por qué no sé nada de ellos? ¿Qué está sucediendo?
Voces extrañas procedentes de gente con bata blanca hablan, murmuran. Dicen que presento ideas delirantes, alteración de la percepción, distorsión del pensamiento, aislamiento, negación de la realidad y abulia; diagnóstico, esquizofrenia paranoide. 
Hace poco me regalaron un espejo por mi buen comportamiento y... te vi, ¡eras mi reflejo! ¡Sabía que no me abandonarías! Ahora cada mañana al despertar me dirijo al gran cristal que hay colgado en la pared para poder estar contigo. Me pongo justo enfrente y ahí estás. Te miro. Me miras. Te sonrío. Me sonríes. Agacho la mirada sonrojada y recibo un hálito de aire en mi cuello que me alegra la mañana. Estoy feliz porque sé que existes, yo te veo pero nadie lo admite. Quizás andan más preocupados en las voces que dicen, que critican, que murmuran al igual que hacía yo antes.
He dejado de tomar esos caramelos de colores que me borraban tu recuerdo. Ahora soy feliz porque estás aquí, callada, sin decir nada.
Porque creo y creeré en ti.

Soledad Sin

He recuperado uno de mis escritos para mostraros el relato con el que gané el concurso de literatura, de la ciudad de Mijas, Certamen XV de Cartas de amor. Espero que la hayáis disfrutado. 

sábado, 8 de septiembre de 2012

Ellos


La sociedad y yo. Sus pensamientos y los míos. La normalidad y mi atipicidad. Su cordura y mi ¿locura?
Ellos. Esa especie considerada racional por el hecho de pensar. ¿Pensar? Es el nuevo término empleado para denominar todo acto que lleva a la destrucción de su ambiente natural, aquél que permaneció millones de años impune hasta su llegada. También hace referencia a las conductas que ejercen un poder inicuo e injustificable sobre sus iguales: vejaciones, suicidios, maltratos, violaciones, holocaustos, guerras y demás. Al parecer, todas estas calificaciones les hacen ser la única especie inteligente capaz de eliminar a sus semejantes sin motivo aparente.
Tan perspicaces se creen que presumen de libertad cuando viven encarcelados por sus propios prejuicios. No son capaces de ser ellos mismos, o no quieren o tienen miedo de mostrar su verdadera personalidad, por lo que viven en un carnaval constante.¡Abundan los disfraces! Se consideran independientes y sin embargo, dependen unos de otros para sobrevivir en esta falacia. 
Forman grupos, antónimo de independencia. Visten todos iguales, sinónimo de secta y aún así, ¡se atreven a decir que son autosuficientes! Consideran como normal tener el mismo pensamiento, aunque carezcan de personalidad propia. Necesitan en todo momento seguir a un líder (aunque sea el perro de mi vecina) que les aleje de responsabilidades para que sus escasas neuronas, si es que les quedan, puedan seguir realizando las funciones de respirar, andar, comer, follar y dormir... Que ya de por sí es bastante trabajoso levantarse todos los días de la cama. ¡Chicos, con calma! No vaya a ser que penséis demasiado.

A veces me gusta caminar por la calle con música en mis oídos para evadirme de cualquier tipo de estímulo  y así reflexionar más calmadamente mis discrepancias con el mundo que me rodea. 
Ellos. Ese grupo de cucarachas a penas diferenciables entre sí que se resguardan en una esquina y te observan. Miradas extrañas. ¡Qué coño miran! Y se ríen. ¿Quizás de mí? Sigo caminando acompañada por mi palpitar, por mi respiración y por la imagen de mis zapatos pegados a una sombra que parece querer abandonar esta solitaria oveja negra. El sonido de una ambulancia retumba en mis tímpanos. Otra mujer muerta a manos de su marido, pero sigue siendo racional, ya que la culpa ha sido de la enajenación mental y no del hombre. Una excusa más para eludir la verdad de nuestra sociedad, ¡no somos tan racionales como queremos aparentar!

Regreso a casa después de mi breve paseo y oso poner la televisión, el gran invento de lavado de cerebros, ¡estoy "to loca"! Juzga las pasarelas de modelos por la presencia de muertas en vida a la vez que emiten las imágenes, seguidamente unos anuncios sobre pastillas adelgazantes, máquinas para perder peso y por supuesto esqueletos como protagonistas. A continuación, la entrevista con un doctor donde da explicaciones de cómo hacer una buena dieta y nos elabora todo un esquema con los índices corporales que debemos tener para estar ¿sanos o delgados? Falsa moral. 
Cambio de canal. Política. Un nuevo adolescente vuelve a asesinar, pero como es de esperar fue culpa del episodio de descontrol explosivo. ¡No seamos mal pensados! Y por si no ha quedado claro, detalles explícitos sobre el asesinato, por si algún zombi anda despistado y luego no sepa cómo utilizar un machete. Ahora quieren endurecer la ley del menor, pero ¿no fueron ellos mismos quienes votaron a favor? 
Sigo en el mismo canal. Sueltan a un violador y vuelve a reincidir. Me pregunto. ¿Para qué lo dejan libre? Encuentran en un monasterio fetos enterrados, pero ¿no tienen que guardar el celibato? Otro sacerdote denunciado por pederastia. ¡Y se atreven a decir que abortar es pecado! 
Siguiente canal. Cultura. El Papa comenta delante de millones de personas que el condón aumenta las enfermedades, pero ¿se ha puesto uno alguna vez? La iglesia, algunos políticos y algún retrógrada que otro, dicen que la homosexualidad es una enfermedad y un pecado irrefutable. ¿Acaso padecen algún déficit que les impida realizar alguna actividad cotidiana? ¿Pecado? ¿Han cometido algún delito? Pregunta retórica.
¡Y a mí me llaman loca! Tanta discordancia me desconcierta. 
Acabo apagando el televisor antes de que me produzca una lobotomía y olvide quién soy. ¿Y ahora qué? Continuo con mi indignación y cagándome, con perdón, en esta maldita humanidad. 

Ellos, que tan orgullosos se sienten por pertenecer a la estandaridad de la población, no son conscientes de que esa normalidad es enfermiza. Han forjado todo un campo de concentración compuesto por borregos y un pastor, la ignorancia. Tienen miedo de ser diferentes, claudicando de ser especiales. Les aterroriza la idea de ser discriminados y de ahí a que vivan acomodadamente entre mentiras y asesinatos. Prefieren la resignación antes que su armonía interna, antes que ser ellos mismos.
Yo, que me considero inhumana, asocial, atípica, incluso puedo parecer autista por mi actitud indiferente hacia esas moscas que me rodean, prefiero vivir en mi utopía y ser consecuente de mis actos (producto de mi personalidad) antes que ser una marioneta más de esta sociedad. No quiero ser normal. No quiero ser racional. No quiero ser uno de ellos. Quiero ser especial, dejar mi esencia en esta selva sin provocar daño a los demás, quiero sacar sonrisas. Me cansé de tanta intransigencia e hipocresía.
Desde hoy, he dejado de considerarme "persona", para ser "YO", con todas las consecuencias que acarrea.


viernes, 31 de agosto de 2012

Traición



Despechada. Melancólica. Defraudada. Simplemente decepcionada, y no por amor.
Creí que dejé las cosas claras. Pensé que me daba a respetar. Tenía total seguridad en que nadie más me fallaría, pero no fue así. Se me olvidó que la conveniencia mueve montañas, derriba muros, forja caminos de espinas y abre sendas de falsedades y mentiras. Olvidé que no debo confiar en nadie, ni tan siquiera en mí.
Hoy puedo decir y reconocer que he vuelto a pecar de ingenuidad, una cierta inocencia que me ciega ante las personas y me hace ver sólo la bondad en cada una de ellas olvidando que todo el mundo tiene su lado oscuro, algunos más acentuado que otros. Sí, porque no todo el mundo es lo que aparenta ser; ni los malos son tan malos, ni los buenos son tan buenos. ¡Exacto! Ni los buenos son tan buenos... ¡Son peores! Se aprovechan de su imagen de “nunca he roto un plato”. Te sacan su mejor sonrisa, siempre tienen una bonita palabra para ti, te conquistan como persona, consiguen tu confianza, se convierten en tu hombro en el que llorar y luego... ¡Te la clavan! ¿Y cómo te la pueden dar sin tú esperártelo? Está claro, lo saben todo de ti; tus defectos y tus virtudes, tus miedos y tus valentías, tus amores y desamores, tus victorias y tus fracasos. ¿Por qué son así? Por envidia. Son personas con baja autoestima, sin personalidad, odian todo lo que tienen y desean todo lo que no pueden poseer. No se alegran de la felicidad de los demás, al contrario, desearían que todo les fuese mal, no soportan la idea de quedar en un segundo plano y destruyen todo lo que está a su paso. Son personas sin empatía, sin asertividad, personas que no aprendieron a amar.
Mientras tanto, yo, pequé de vanidad, pensé que lo controlaba todo y no fue así. Olvidé que la moneda siempre tiene y tendrá doble cara. Me traicionaron.
A pesar de mis múltiples conversaciones sinceras, directas y concisas, a pesar de no andarme con rodeos y a pesar de ser buena persona, me tomaron el pelo, se aprovecharon de la oportunidad que les otorgué durante años, la oportunidad de compartir mi día a día sin esperar nada a cambio. Me mintieron. Se jactaron de mi persona. Me ocultaron la verdad. Rumorearon sobre mí. Mal metieron en mi grupo de amigos para dejarme completamente sola, difamaron durante mucho, mucho tiempo. ¿Y qué consiguieron? Perder a una amiga de verdad, ¿pero sabéis qué? Me alegro, de hecho, estoy muy feliz ¡que les jodan a todos! Ellos no ganaron nada y yo conseguí quitarme la venda de los ojos, aprendí más psicología social y me hice más fuerte, más desconfiada. Maduré un poquito más y anoté en el diario de mi vida una experiencia nueva. Además, esta vez no lloré por la traición. Me dio pena por ellos, porque no supieron apreciarme, y me alegré por mí, porque hoy me deshice de gente que sólo ponía piedras en mi camino para dificultar mi avance.

Cuando te haces tan visible te conviertes en un blanco fácil. Nunca cuentes tus secretos, ni al que consideras tu mejor amigo. No confíes ni en la mujer que te trajo al mundo. No dejes que nadie sepa lo que piensas, porque sino estarás perdido. Evita que puedan utilizar tu vida contra ti. Sé cauteloso y selectivo. 

martes, 28 de agosto de 2012

A qué huele la muerte


Postrado en una cama sin movilidad alguna observo la ventana que ilumina la oscuridad de mis ojos, esos mismos ojos vacuos que una vez visualizaron el dolor de una batalla perdida.
Yo, aprendiz de aventurero. Ellos, guerreros con experiencia. Por aquel entonces no supe defenderme, no estaba preparado. La vida no te enseña con antelación estrategias para resolver problemas y conflictos, solo deja que caigas en numerosas ocasiones para levantarte en cada una de ellas y aprender en cada uno de ellas.
Lloras. Gritas. Huyes. Te encierras en ti mismo y resurges.
Yo nunca me levanté, me hundí en lo más profundo del olvido atrapado por esa sensación de vacío que mi propia mente creaba como castigo. En ese abismo, de amargura sin sentimientos de los que poder alimentarme, caí abatido y morí.
Ahora muerto en vida camino sin rumbo, sin esperanza. Me desplazo con desazón en una burbuja de humo producida por ese cigarrillo a medio terminar en el cenicero. Impregnado por el olor a ceniza mezclo mi esencia con desamparo y soledad, con olvido y melancolía, con suplicio y paz.
Hoy, condenado a vagar con este hedor anodino, cuento con ansia los días que faltan para desintegrar el material del que estoy hecho y así completar la fase de esta muerte de la que soy prisionero, pues ni siento ni padezco, sólo soy un bulto más al que enterrar.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Queda prohibido

HOY, DÍA DE MI 24 CUMPLEAÑOS ME OTORGO UN CAPRICHITO...

Hoy no me apetece escribir un relato, no me apetece redactar ninguna carta, ni me apetece diseñar ninguna moraleja. Hoy me apetece disfrutar del día con mis seres queridos y compartir mi felicidad con ellos. Hoy quiero mirar hacia atrás y ver todo lo que he recorrido estos últimos años para ser la persona que soy HOY; una persona más alegre, más optimista y con ambición, con proyectos de futuro. Hoy quiero seguir hacia adelante y no repetir errores del pasado, sino aprender de ellos para poder madurar.
Hoy me felicito no sólo por cumplir un año más, sino por mi capacidad de superación y por lo orgullosa que estoy de ser quien soy y de poder compartir mis experiencias y mis pensamientos con todos vosotros, porque eso quiere decir que sigo viva ya que conseguí superar todas mis desavenencias, incluida la gran depresión que padecí durante siete años. ¡FELICIDADES M !

Sé que jamás subo a mi blog nada que no haya sido escrito por mí, pero hoy os quiero dejar un poema de Alfredo Cuervo Barrera (que no Pablo Neruda como nos han hecho creer durante tantos años) titulado "Queda prohibido", el cuál es reflejo de mi YO actual, de mi visión del mundo. Espero que os guste y os haga pensar.


QUEDA PROHIBIDO (ALFREDO CUERVO BARRERA)

¿Qué es lo verdaderamente importante?
Busco en mi interior la respuesta,
y me es tan difícil de encontrar.


Falsas ideas invaden mi mente,
acostumbrada a enmascarar lo que no entiende,
aturdida en un mundo de falsas ilusiones,
donde la vanidad, el miedo, la riqueza,
la violencia, el odio, la indiferencia,
se convierten en adorados héroes.


Me preguntas cómo se puede ser feliz,
cómo entre tanta mentira se puede vivir,
es cada uno quien se tiene que responder,
aunque para mí, aquí, ahora y para siempre:


Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarte un dia sin saber que hacer,
tener miedo a tus recuerdos.
 

Queda prohibido no sonreir a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.
 

Queda prohibido no demostrar tu amor,
hacer que alguien pague tus deudas y mal humor.
 

Queda prohibido dejar a tus amigos,
no intentar comprender lo que vivieron juntos,
llamarles solo cuando los necesitas.
 

Queda prohibido no ser tú ante la gente,
fingir ante las personas que no te importan,
hacerte el gracioso con tal de que te recuerden,
olvidar a toda la gente que te quiere.
 

Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo,
no creer en Dios y hacer tu destino,
tener miedo a la vida y a sus compromisos,
no vivir cada dia como si fuera un ultimo suspiro.
 

Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte,
olvidar sus ojos, su risa, todo,
porque sus caminos han dejado de abrazarse,
olvidar su padado y pagarlo con su presente.
 

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen mas que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.
 

Queda prohibido no crear tu historia,
dejar de dar las gracias a Dios por tu vida,
no tener un momento para la gente que te necesita,
no comprender que lo que la vida te da, tambien te lo quita.
 

Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no sería igual.


miércoles, 8 de agosto de 2012

Más allá de los sueños


Más allá de la concepción que podáis tener de mí. Más allá de la indiferencia que represente en vuestros pequeños sesos y en vuestras olvidadizas vidas no voy a claudicar porque me gusta ser así, diferente, única. Mi locura os confunde. Causo estragos en vuestras estúpidas mentes. Intentáis jactaros de mi imaginación cuasirreal, pero no lo conseguís. Ignoráis mis raudos y honestos consejos porque pensáis que proceden de una excéntrica que no sabe lo que dice. La diferencia os aterra y optáis por comer de vuestra propia basura como carroñeros. Mientras sofocáis el hambre con una fría sopa de letras y la sed con efímeros besos, los buenos actos sin lucro quedan olvidados en un cenicero medio roto. 
Yo seré egocéntrica, no tendré el mismo sentido de la coherencia que vosotros y a veces rozaré lo inviable, pero tengo suficiente independencia emocional, es decir, personalidad y empatía, como para saber que no he de reírme de eso que os hace ser tan vulnerables, vuestra ignorancia. 
Preparáis el camino para ser eternos olvidando la verdadera esencia de la vida y creyendo en algo que nadie ha alcanzado, la inmortalidad. Tantos esfuerzos, tanta falsedad, tanto sufrimiento para tener el mismo final que yo, la muerte.
Adoro lo que puedo apreciar y sentir; la brisa en mis mejillas, la arena en mis pies, el calor de una chimenea, la lluvia en mi ropa, el mar en mis huesos, el sol abrasando mi cuerpo, una simple caricia que activa mi libido, en definitiva, vivir. Vosotros, abrazáis lo que no sentís y tenéis lo que no amáis; falacias que habéis creado para tenerlo todo sin tener lo que verdaderamente deseáis, la felicidad.
Pensaréis que estoy inmersa en un trastorno y quizás tengáis razón, prefiero vivir en una burbuja de realidad antes que en un océano ficticio. 
¿Os gusta vivir en una mentira? Pues nadad más profundo, tan profundo que no podáis percibir la claridad, yo seguiré en mi burbuja alcanzando la superficie para sentir el aire que me hace respirar.

jueves, 26 de julio de 2012

El secreto de la felicidad


Vagaba por la soledad de mi corazón inundada de vacío y llena de dolor. Restaba las horas que quedaban para eliminar un año más que lidiar mientras suplicaba a algún señor de allí arriba que me borrara de ese cuento de hadas en el que yo nada pintaba.
Transcurrían los días y mi mirada se desvanecía, ni un halo de esperanza en mí había. Todo era oscuridad y olvido. ¿Qué debía hacer? ¿Por qué avanzaba toda la gente conocida y yo seguía estancada en mis lágrimas de ortigas?
No sabía con seguridad la respuesta de mi desgana hacia la sociedad, lo único que podía ver y reconocer era que ellos iban cogidos de la mano y se mostraban su amor con dulces besos apasionados y yo caminaba sola observando el negro asfalto. Sí, eso me faltaba, unas manos, unos labios, una persona con la que compartir mis risas y mis llantos, mis logros y mis fracasos, un amor incondicional. Me faltaba esa persona que todos buscan para evolucionar en la vida y morir en compañía, pero ese alma no llegaba, no aparecía.
“¿Dónde estás?” Gritaba a las nubes. Juro por Dios que la busqué por cielo y agua, entre capa y espada, debajo de las piedras y encima de las camas. Me sentía cansada, débil, frustrada.
Mis esfuerzos por encontrar a mi compañero de almohadas y sábanas desvanecieron, mi ilusión por su búsqueda desapareció y me refugié en el frío suelo de mi habitación, estaba duro, pero al menos me aliviaba del calor sofocante que representaba la depresión que me asfixiaba. ¡Maldita tristeza! Intenté mantenerme cuerda estudiando hasta las tantas de la madrugada, pero mi mente no parecía estar por la labor, ¿qué me pasaba? Ni mi carrera, ni mi familia, ni el deporte que siempre hacía me conseguían despejar de tanta apatía, ¡ni mis propios amigos!  Nada me llenaba. El despertar era mi pesadilla y el dormir mi muerte momentánea que tanto anhelaba.
Dejé de comer, no tenía hambre; la fatiga circulaba por mi estómago. Mis venas eran cada vez más cristalinas y mi piel de un color pajizo se volvía. El pelo se me caía y mis uñas se torcían. Esas pequeñas amígdalas se me hincharon de tanto llorar y mi voz mostraba una constante afonía.  ¿Sería verdad el dicho de que cuando enferma tu mente el cuerpo le sigue? Sí. Los médicos no encontraban solución a mis males, decían que no existían causas de tales síntomas, supongo que sería yo y mi falta de autoestima, o simplemente no vivía.
El tiempo se deslizaba por mi cuerpo como las gotas de lluvia en la ventana de mis recuerdos, lentamente, muy lento. ¡Qué desesperación! El sufrimiento no cesaba.
Comencé a escucharlos. Susurraban, murmuraban, yo no sé que decían. No los comprendía. ¿Oyes eso? “No”, todo el mundo me respondía. ¡Genial! Ahora resulta que tengo alucinaciones auditivas por mis tonterías. Pobre de mí en aquel momento, que todo lo oía pero nada comprendía, que de olores me impregnaban pero de ningún lado procedían. ¿Hueles eso? “No”, me volvían a contestar. Pues nada, otra alucinación más que anotar en mi agenda de enfermedades ficticias. ¡Depresión era lo que padecía! Un trastorno de bipolaridad con ataques de euforia y hastía, el Yin y el Yang en uno.
Lo olvidé todo, incluso, que la causa de mi estado casi catatónico era por mi fracaso en la búsqueda de ese SER que me complaciese en todo, que me hiciera su reina en un palacio de oro. Me despreocupé por completo, pero en su lugar, me hice confidente de las cuatro paredes que guardaban mi cuerpo casi deshecho. ¡Qué ganas tengo de...!

¡Apareció! Llegó cuando el suicidio era mi fantasía más recurrida, pero no era como yo me lo imaginaba, era todo lo contrario a lo que siempre deseé. “No me gustas, así que no intentes conquistarme, porque te darás contra un canto en los dientes”, le repetía una y otra vez. Nos hicimos muy buenos amigos, amigos de verdad, y no, tranquilos, esta vez no era una alucinación visual, era REAL.
Me cayó del cielo un ángel de la guarda que esperó su momento para entrar en mi mirada cuando más lo necesitaba; sin favores, sin ánimo de lucro, no exigía nada, sólo perseguía mi amistad y mi confianza.
Me ayudó haciéndome ver la dura realidad con palabras concisas y claras. “Tu vida es una mierda porque tú la haces así, eres una pesimista de cojones y no valoras todo lo bueno que tienes a tu alrededor. ¡Con lo inteligente que eres y desaprovechas totalmente tu mente! La utilizas para hacerte daño y ocultas tus virtudes a la gente que está a tu lado, ¿no te da vergüenza ser lista y aparentar que no vales nada porque te sientes inferior a todos?”, me decía día tras día.

Siempre viví en una puta mentira, una falacia que yo misma había creado.
Reconocí que mi vida no era mala, al contrario, tenía todo para triunfar; una gran familia, un buen estatus económico, una inteligencia arrolladora, un físico admirable y todos los caprichos que pudiese desear cualquier persona que no estuviera en mi estupenda situación, entonces, ¿qué me llevó a la depresión?
La estúpida búsqueda del amor...
Y de ese modo apareció él, con sus andares de presuntuoso y su razón de ser, su razón de lógica, su visión objetiva de las cosas. ¡Uff, qué mal me caía al principio! Pero no sé cómo me conquistó.
No sólo se convirtió en mi mejor amigo, sino que entró en mi corazón, un corazón malherido  que apenas latía, pues sólo quería dejar de palpitar para morir. Con sus verdades me llevó a la luz de la verdad. Con su paciencia me ayudó a evolucionar. Con su experiencia me enseñó la verdadera persona que YO llevaba dentro y con su presencia me presentó a mi DON, mi maravilloso regalo, el que nunca aprecié: mi cabeza, con sus vaivenes de vez en cuando pero con una gran creatividad inusual.

Pasaron los meses y me enamoró, sí, me encandiló ese maduro presumido que a todas camelaba con un par de palabras. Suerte que era mi ángel de la guarda y su camelo se convirtió en amor eterno, se veía envuelto en un sentimiento que ni él mismo podía controlar, se había enamorado y había conocido por primera vez la fidelidad. Sí, él tampoco me buscó y sin embargo me encontró. Nos encontramos en el mismo camino cuando más nos necesitábamos. Nos encontrábamos perdidos y rogábamos un guía que nos cogiera de la mano y nos mostrara la ruta correcta. Así sucedió. Yo no lo busqué, él no me buscó, simplemente coincidimos en la misma dirección.
Me dibujó sonrisas, me enseñó el amor. Consiguió cambiar mi pensamiento de pesimista a optimista y reforzó mi persona con lealtad y pasión. Me presentó a M, a mi verdadero yo. Me abrazó con fuerza y me dijo que jamás se iría de mi vera, JAMÁS, pase lo que pase seguiríamos envejeciendo juntos como amigos, por encima de la unión de pareja y por encima de todas aquellas personas que no creen en nosotros. Pues como si de un profesor se tratase me enseñó lo que era la auténtica amistad basada en la sinceridad, compromiso, honestidad, empatía y amor. Me aportó confianza en mí misma, me subió la moral y ya a nada temía, nada podía hacerme daño, ni tan siquiera yo misma. Me regaló la felicidad eterna.
Ahora puedo decir abiertamente que soy feliz y que estoy satisfecha con todo lo que me rodea, eso sí, gracias a él, a un buen amigo que se ha convertido en el amor de mi vida. Yo no lo busqué, simplemente apareció para construir algo extraordinariamente grande entre los dos, porque todo lo podemos lograr, y quien piense lo contrario, les demostraremos que se equivocan: LA POSITIVIDAD ES EL SECRETO DEL ÉXITO.

No busques. Sé feliz contigo mismo. Ama a tu persona, ama a tu familia, ama a tus amigos y cuando estés verdaderamente cómodo y satisfecho con tu vida, entonces, sólo entonces, encontrarás al amor de tu vida, porque siendo uno mismo transmitimos lo mejor de nuestro ser, algo totalmente único, NUESTRA ESENCIA.           

miércoles, 18 de julio de 2012

Nubes de algodón

Ahora estoy aquí esperando alcanzar tu mirada, contando las horas que faltan para rozar el suave aroma que embriaga tu cuerpo, esa esencia que me hace olvidar todo lo demás cuando estoy junto a ti. Y sigo aquí ensimismado por tu recuerdo, reviviendo momentos que parecían ser eternos; vivía y sigo viviendo en tu universo.
Hoy camino entre nubes de algodón con dirección a tu corazón. Estoy nervioso, inquieto, no sé qué sucederá a partir de hoy. Escucho cada latido a medida que voy acercándome a tu destino testigo de la unión que se forjará esta noche entre nuestras almas a la orilla del mar. Solos tú y yo. Sólo sinceridad y amor. Ahí estás cuál ángel caído del cielo sin alas con las que poder volar, sin aureola que te proteja de todo mal. Aquí estoy yo regalándote mi felicidad aunque por ello tenga que prescindir de ella, pero sé que tú bienestar será el mío cuando toda esta guerra absurda acabe y entregues tus armas a un nuevo desafío, mi persona. No tengas miedo a lo desconocido, no tengo nada que pueda hacerte daño.
Lo siento si te besé y no debía. Siento si desmonté todo tu mundo cuando considerabas que no era oportuno, pero mis manos sanearán todas tus heridas, mis labios iluminarán tu camino y mi cuerpo protegerá tu esencia malherida. 
Ha llegado la hora de dejarte marchar y despedirme hasta la próxima vez que me necesites, que sientas la necesidad de compartir tu tiempo con alguien que sólo busca un poco de atención, comprensión y cariño. Y te digo adiós, quizás hasta pronto, pero regreso a mi hogar a través de esas nubes de algodón que un día hicieron que nuestros caminos se cruzasen. 
Me siento bien. Hoy soñaré.

lunes, 9 de julio de 2012

Descargar Messenger Live Gratis

¿De verdad creíais que había subido en esta entrada un archivo para descargarlo? ¡Craso error! Simplemente estoy nostálgica, añorando el pasado. Hoy quiero dedicar esta entrada a la evolución de las Redes Sociales.

Recuerdo con cariño aquella primera vez en que me descargué en aquél entonces el desconocido para mí Messenger y/ o MSN, concretamente el 5.0, allá por el año 2000. Lo recuerdo con ilusión, sentada frente a ese ordenador blanco que ocupaba más espacio que el escritorio y que iba más lento que mi madre buscando una letra concreta en el teclado. Todo aquello era nuevo para mí, una tecnología que comenzaba a triunfar y que casi era obligatorio tener en casa (hablo del PC) y un programa informático que te daba la oportunidad de comunicarte con tus conocidos sin necesidad de gastarte un solo céntimo, hablo de los correos electrónicos. Sí, recuerdo mirar fijamente la pantalla con gran impaciencia a la espera de que el dichoso programa se terminara de descargar (digo impaciencia porque se demoraba medio siglo) y luego volver a esperar otro tanto para que se abriera y me salieran los 0 contactos que tenía en un principio (porque luego llegué a tener 300 contactos, sí, toda una colección de pokémons desconocidos).
Cada día iniciaba sesión con mayor ilusión y desesperación, ya que cada vez que hacía doble click en el icono tenía que esperar cinco minutos mientras veía dar vueltas y más vueltas a los muñecos verdosos hasta que al fin cargaba...¡Mierda, llamaron al teléfono y se fue la línea! ¡Maldita Tarifa Plana , ahora tengo que esperar otros cinco minutos! La Informática evolucionó y con ella la rapidez de los ordenadores y de Internet a la vez que también iba evolucionando el diseño de Windows Messenger, no tenía rival; cada temporada lanzaban una nueva actualización hasta llegar al Windows Messenger Live 9 (este fue el último que me descargué). Pero a mediados del 2006 aproximadamente una serie de Redes Sociales (Facebook y Tuenti entre otros no tan conocidos) comenzaron a surgir de la nada para en un posterior futuro hacerle una competencia soberana, tanto que dejaría a nuestro amigo MSN a un segundo e incluso tercer plano, esto fue debido a la creación de mini pantallas de conversaciones en los mismos sobre el 2009/ 2010 aproximadamente. Por si no bastaba con estos enemigos, llegó la moda del Whatsup a España a mediados del 2010, el cuál se hizo con el poder de todas las Redes Sociales; la gente dejó de conectarse al Messenger y dejaron de activar los Chats de Tuenti y Facebook, ya sólo hablaban y hablan (vale... Y hablo) vía móvil gracias a este nuevo programa gratuito.
Sí, echo de menos conectarme el MSN y ver los diferentes tipos de niks con diferentes colores. Echo de menos el sonido tan insoportable que hacía cada vez que me hablaban. Echo de menos la ilusión por descargarme una nueva versión, por poner la Videollamada, hablar por micrófono, pasarme horas y horas frente al ordenador hablando con mil personas (bueno, a tanto no)... Sí, lo echo de menos pero hay que amoldarse a los avances.

Atención: Si eres fan de Lara Croft este es tu blog, TOMB RAIDER MANÍA

viernes, 29 de junio de 2012

Esperando al amanecer

Abrí los ojos y aún no había amanecido. La oscuridad de la noche no me permitía dilucidar los objetos de mi habitación y el silencio del ambiente me envolvía de nuevo en un cálido sueño. Quién sabe cuanto tiempo pasaría mientras soñaba con ángeles y orgías pero volví a despertarme al cabo de un rato y la oscuridad aún me invadía, el silencio me acompañaba y mi cuerpo tumbado yacía en mil almohadas.
Mientras esperaba que los rayos de sol entraran por las rejillas de mi persiana seguía viviendo aventuras inverosímiles en el mundo de los sueños y las pesadillas. Durante un instante fui un honorable caballero de armadura dorada en busca de su amada, hasta que sobre mi caballo blanco crucé el puente para entrar al castillo y me convertí en un personaje de videojuegos. Ahora apenas medía un metro veinte y mi piel de escamas verdosas se cubría, era un pequeño dragoncito que debía saltar de columna en columna para salvar a su bella reina, una dragona rosa de escamas plateadas. Tuve que enfrentarme con un gran robot metálico y cuando éste fue destruido salí ipso facto de la pantalla de la televisión para recuperar mi efigie natural.
Ahora era un butanero. Trajeado con pantalones grises y una camisa naranja trasportaba sobre mis hombros dos bombonas de butano para entregárselas a una señora de esbelta figura que subiéndose delicadamente el picardías de seda que tapaba sus apreciadas nalgas se insinuaba ante mi persona. Evidentemente no me resistí, sucumbí a sus encantos y me abalancé sobre ella como el cazador a su presa. La besé con intensidad y arrime mi entrepierna a sus caderas, estaba apunto del clímax. De repente, un estruendo interrumpió el tórrido momento; giré la vista hacia la ventana y en lo más alto de una torre rodeado de suciedad y ratas prisionero me encontraba. El desasosiego me superó; quise saltar al vacío para escapar de allí, entonces regresé a la vigilia.
Debían haber pasado tan sólo cinco minutos desde que conseguí dormir un poco, pues aún no había amanecido. Todo negro a mi alrededor, un mutismo aterrador y demasiado calor. Comenzaba a agobiarme. ¿Sería este mes de Agosto que no me permitía dormir del tirón? Mis párpados sudaban y mi cuerpo se había fundido en las sábanas como si fuera hierro en llamas. Daba vueltas en la cama sin espacio suficiente para encontrar un rincón fresco, la ansiedad me desvelaba y mi mirada al techo se dibujaba.
Esperando al amanecer mi mente, junto con su gran sapiencia (y no peco de vanidad), se puso a pensar, a imaginar, a crear. Comenzó a diseñar un mundo ideal, ya que a lo largo de mis veinticinco años de vida no había conseguido ser feliz, sólo lágrimas resumían la trayectoria del paso de mis días. Imaginé ser el protagonista de una novela épica que en sus andanzas jamás moriría, ganaría batallas y de honores me colmarían, conocería al amor de mi vida y con ella cinco hijos tendría, dos niños y dos niñas, preciosos como su madre e inteligentes como su padre. Imaginé que viviría hasta los ciento cinco años y que vería nacer a mis tataranietos y morir a mis hijos, sería un hombre fuerte que fallecería de vejez con la cabeza bien alta, orgulloso por su legado y su mandato.
También me imaginé siendo un auténtico vividor del siglo XIX, o lo que es lo mismo, un completo Don Juan; viviría al puro estilo de Edgar Allan Poe, fumando opio, yendo de putas y drogándome hasta la saciedad, eso sí, sin perjudicar a nadie. Viviría mi vida al límite, tendría algún negocio fructífero y sentaría la cabeza a los cuarenta años de edad para luego morir con cincuenta y seis pero satisfecho con todo mi recorrido vivido.
¡Buff! Seguía sin conciliar el sueño. La ausencia de claridad y el tic tac de mi reloj de muñeca me estaban matando de hastío. ¡Qué se haga de día YA! Las horas se demoraban demasiado y mi paciencia se había agotado. Era hora de levantarse del nidito de amor y hacer algo productivo, por ejemplo, pintar un lienzo o sacar a pasear al perro. Cuál fue mi sorpresa que cuando intenté incorporarme mi cabeza chocó contra algo, mis brazos no tenían espacio para alcanzar el interruptor de la luz y no podía girar mi cuerpo pues el reducido espacio de donde quisiera que estaba no me lo permitía. No encontraba la salida; me atinaba encerrado, tapiado, enclaustrado.
Comencé a palpar con mis manos los cuatro muros de los que me veía rodeado. Madera de pino, fría como un témpano y lisa como los voluptuosos glúteos de mi última pareja. Las sábanas eran muy suaves y bastante acolchadas, de ellas sobresalían unos pequeños bultos, seguramente los botones de las costuras. En un lateral noté el frío metal de lo que parecía ser una bisagra bien cerrada. ¡Me habían enterrado vivo! ¿Por qué? Quizás sufrí un ataque de catalepsia y no se percataron para mi desgracia de ese problema, o puede que mi depresión me aislara tanto de la realidad que provocó que mi alma abandonara mi cuerpo prematuramente. Dejé escapar mis juventud y no le di una oportunidad a mi futuro. ¡Socorro! ¿Hay alguien ahí? ¡Ayuda! No quería morir, de esa forma no. Intenté abrir el ataúd con la punta de mis pies y los nudillos de mis puños, pero todo fue en vano. Dejé clavadas mis uñas en la dura madera, la sangre salía a borbotones de mis dedos, los huesos de mis manos se partieron y el ambiente tosco comenzaba a dejarme sin aliento. Vociferé durante horas, quizá días. Mi cuerpo se debilitó. Grité. Lloré. Supliqué. Imploré. Hasta hice un pacto con el diablo pero de nada sirvió. Me rendí. Mis ojos llenos de tristeza exhalaron su último adiós y esperando al amanecer nunca se cerraron.