lunes, 20 de junio de 2011

Como siempre el alcohol

Iba a ser todo perfecto pero algo falló, como siempre yo y el alcohol.
Mi inseguridad necesitaba ser callada con gotitas de ron y mi valentía alimentada con el apoyo de mis tocayos. Había llegado la hora de dejar volar mis impulsos más primitivos y afrontar la vida real, luchar por lo que deseaba y cumplir una de mis mayores fantasías; el sexo por el sexo, sin compromisos, sin miedos, sin remordimientos.
Allí estaba ella cuál ángel caído del cielo a la espera de algún lascivo que corrompiera su cuerpo, que la llevara al abismo de los infiernos. Allí estaba yo, dispuesta a convertir su realidad en un sueño de lujuria interminable, de pecados perdonables. Dispuesta pero no capacitada. Las copas afectaron demasiado a mi cerebro. Mi estómago empezó a regurgitar, mi vocabulario mostraba un lenguaje desorganizado y mi vista comenzó a dilucidar sombras del más allá. Escalofríos. Mareos. Soledad. Comenzó la pesadilla.
Caí abatida por mi mayor enemigo, el alcohol. Le dije adiós al ser que despertó en mí el ansia por el disfrute. Saludé a la derrota y al suelo que me dio cobijo en esas horas que desearía olvidar. Todo lo eché a perder por mi cobardía, por mi incapacidad de ser yo sin la ayuda de nada ni nadie, sin la ayuda de esa inicua botella. Todo fue en vano.
Una vez más mis fantasías se quedaron en un simple sueño; un deseo, una ilusión que podrían haberse hecho realidad si mi estúpida actitud no los hubiera roto.
Aprendí la lección. Esta vez sí.

lunes, 13 de junio de 2011

Planificar nunca fue bueno

Sí, hoy quiero dedicar la nueva entrada a hablar sobre esos planes que planificamos al dedillo cuyo resultado no es el esperado.

Sábado 11 de Junio de 2011, el día fatídico.
Llevaba planeando este día dos semanas, sí, leéis bien. Lo tenía todo organizado; la ropa, los horarios, las personas que iríamos y en el lugar en el que nos encontraríamos, las frases que iba a decir para quedar bien, los chistes que contaría, el alcohol que llevaríamos, el número de copas que bebería para no llegar a un estado comatoso, los sitios a los que iríamos, con quién acabaría liada y a qué hora regresaría a casa.
En mis pensamientos la noche iba a ser perfecta; me lo pasaría extraordinariamente bien, bailaría cuál profesional de la danza, ligaría por doquier, acabaría liada con quien me gusta de verdad, me desahogaría y terminaría mi espléndida noche regresando a casa tan fresca como una rosa porque el alcohol apenas me habría hecho efecto en mis neuronas.
¡PUES NO! ¡Craso error! Nunca planifiquéis tanto como yo, es una pérdida de tiempo.
La verdadera noche comenzó mal y acabó peor.
Yo como buena organizadora metí en lista gratis para la Sala Million (Torremolinos) a mi primo y a un amigo suyo pero sospechosamente no les dejaron entrar y el amigo se fue a su casa ipso facto. Seguidamente comenzamos a hacer botellón con vodka absolut (siempre he bebido ron miel que tiene menos grados), sólo ingerí tres míseras copas pero no calculé bien la cantidad ni los grados que tenía y acabé vomitando por las esquinas junto con mi mejor amigo. Toda la noche tirada en el suelo. Para ponerle la guindilla al pastel, tenía la intención de decirle a la persona que me atraía sexualmente y con la que estaba casi segura que acabaría liada mis intenciones hacia ella, pero el alcohol había hecho de las suyas y no podía ni pronunciar su nombre, mi cerebro estaba desconfigurado; por consiguiente no me hizo ni puto caso y acabó liándose ni más ni menos que con su ex pareja. Seguidamente me robaron el móvil pero no sé quién ni cómo ni cuándo y para acabar la noche me caí por las escaleras de la RENFE, me llevé un buen refregón en la rodilla y me lastimé la clavícula.

La moraleja de esta historia es, como bien dice el título, planificar nunca fue bueno. Si ya me lo decía mi amiga Iratxe: "No planifiques tanto que luego te sale todo mal". Eso me pasa por no hacerle caso. Es mejor salir a la aventura sin esperar nada y que la situación te sorprenda, a esperar demasiado y no obtener ni la tercera parte de lo deseado.
Pero cómo ya bien sabéis, ahora soy realista e intento buscar la parte positiva de todas las desavenencias que me ocurren en esta vida:

1. ¿Por qué me sentó tan mal el alcohol?
Para aprender a beber. Debí tener conciencia de que no estaba acostumbrada al vodka y que al tener 15º más que el ron miel tuve que echarme menos cantidad de alcohol en la copa. También me sirvió emborracharme porque quizás no era el momento idóneo para "declararme" a esa persona. Y tercera enseñanza, todo el mundo depende de mí cuando salimos de fiesta porque tengo la capacidad de cuidarlos y mantener la compostura cuando ellos se sienten mal y yo me encuentro bien aunque esté bajo los efectos del alcohol, pero ahora sé que yo no puedo depender de nadie en circunstancias contrarias si no quiero verme la próxima vez en la cuneta.
2. ¿Por qué me robaron el móvil?
Para hacer limpieza de sujetos. Tenía demasiados números de personas que no aportan nada en mi vida y sólo ocupaban espacio en él. Hoy fui a hacerme el duplicado de la tarjeta y sólo he añadido los móviles de las personas que verdaderamente están a mi lado.
3. ¿Por qué se lió con otra mi futuro lío?
Porque no era el momento de que se liara conmigo. También me sirvió para aprender a ser más rápida y dejarme llevar por mis impulsos, está claro que si eres detallista y tratas bien a las personas piensan que buscas pareja aunque no sea así y sólo quieras alguien con derecho a roce pero siempre desde la confianza y el respeto.
4. ¿Por qué me caí por las escaleras?Para que no vuelva a beber más si no quiero quedarme la próxima vez sin dientes.
5. ¿Por qué el domingo casualmente me cortaron la línea telefónica e Internet?
Para reflexionar. Al no tener el móvil, ni el teléfono fijo ni internet no podía contactar con nadie, así que era el momento de pensar sobre mi comportamiento de la noche anterior. Debí hacer caso a mi amiga Iraxte sobre no planificar nada de antemano y a mi amigo Ra sobre no mezclar a los amigos indirectos si no quiero que ocurran hechos que escapan a mi control.

SIGO CAYÉNDOME PERO CADA VEZ ME LEVANTO MÁS RÁPIDO Y CURO MIS HERIDAS CON UNA DOSIS DE REALISMO Y OPTIMISMO... TODO OCURRE POR ALGÚNA RAZÓN...

miércoles, 1 de junio de 2011

Miedo

¿Sabes? Me da miedo conocerte, que me conozcas, que tenga ganas de besarte, que no quieras. Me da miedo que me beses y que me guste, sentirte, que me sientas. Me da miedo disfrutar contigo, querer ver tu sonrisa cada día, despertar con tus caricias y embriagarme con tu dulce aroma. Tú me das miedo en sí. Me aterra reflejarme en tus ojos, perderme en el negro de tus pupilas y no saber decir lo adecuado antes de que te vayas y yo me quede, ver como subes a ese avión sin tan siquiera haber intentado retenerte, convencerte. Tan sólo bastaría una palabra convincente para demostrarte que todo te lo puedo dar si te quedas. Sin embargo, te dejo marchar, no considero que valga tanto la pena para cambiar el destino que tenías preparado, no valgo tanto para desmontar tu vida en tan sólo siete días. No tengo nada mejor que ofrecerte. No quiero acabar haciéndote daño si te quedas. Nos despedimos tristemente y te vas alejando. Te pierdo de vista. Deseo gritarte, gritarte que te quedes conmigo, pero no lo hago. Me quedaré con la duda para siempre de qué hubiera pasado. Quizás hubieses dado media vuelta con tus maletas y llorando de alegría me hubieses abrazado, o tal vez hubieses seguido tu destino como ahora.
Te imagino subida en el avión mirando por la ventana con ojos melancólicos, recordando esos días de sol, mar, risas, besos y caricias, esperando hasta el último instante verme correr por el pasillo para impedir que te vayas en ese vuelo, pero eso no sucede. Cierran las compuertas. Despega el avión y te vas, te vas igual que viniste.
Desde esta jaula con barrotes de cristal veo volar a ese pájaro metálico que te lleva sentada entre sus tripas, que te aleja de mí, que me hace suspirar, que me hace arrepentirme por no arriesgar. ¡Maldita sea! ¡Por qué no fui capaz de pedirte que te quedases! Dejé de ver el avión. Te marchaste de verdad. Me doy media vuelta y comienzo a llorar. Camino con desazón para salir de aquel baúl que encierra mi último recuerdo más triste, verte marchar, arrepentirme de nuevo cuando ya no puedo rectificar.
Mi mundo está lleno de arrepentimientos, de contrafácticos. Os preguntaréis porqué nunca arriesgo cuando no tengo nada que perder, pero no lo sé ni yo, quizás sea miedo. Miedo a sentir demasiado y perder mucho más. Miedo a obtener una respuesta negativa y no saber cómo reaccionar. Miedo a que me vean llorar por primera vez y tirar por la borda todos mis años de frialdad. Quizás prefiera permanecer helado antes que morir derrotado por lanzas que atraviesan mi corazón descongelado.

Miedo, le llaman a preferir perder antes que luchar y vencer. Miedo es mi único pecado.