Vagaba por la soledad de mi
corazón inundada de vacío y llena de dolor. Restaba las horas que quedaban
para eliminar un año más que lidiar mientras suplicaba a algún señor de allí
arriba que me borrara de ese cuento de hadas en el que yo nada pintaba.
Transcurrían los días y mi mirada se desvanecía, ni un
halo de esperanza en mí había. Todo era oscuridad y olvido. ¿Qué debía hacer?
¿Por qué avanzaba toda la gente conocida y yo seguía estancada en mis lágrimas
de ortigas?
No sabía con seguridad la respuesta de mi desgana hacia la sociedad, lo único que podía ver y reconocer era que ellos iban cogidos
de la mano y se mostraban su amor con dulces besos apasionados y yo caminaba
sola observando el negro asfalto. Sí, eso me faltaba, unas manos, unos labios,
una persona con la que compartir mis risas y mis llantos, mis logros y mis
fracasos, un amor incondicional. Me faltaba esa persona que todos buscan para
evolucionar en la vida y morir en compañía, pero ese alma no llegaba, no
aparecía.
“¿Dónde estás?” Gritaba a las nubes. Juro por Dios que la busqué por cielo y agua, entre capa y espada, debajo de las piedras y encima de las camas. Me sentía cansada, débil, frustrada.
Mis esfuerzos por encontrar a mi compañero de almohadas y sábanas desvanecieron, mi ilusión por su búsqueda desapareció y me refugié en el frío suelo de mi habitación, estaba duro, pero al menos me aliviaba del calor sofocante que representaba la depresión que me asfixiaba. ¡Maldita tristeza! Intenté mantenerme cuerda estudiando hasta las tantas de la madrugada, pero mi mente no parecía estar por la labor, ¿qué me pasaba? Ni mi carrera, ni mi familia, ni el deporte que siempre hacía me conseguían despejar de tanta apatía, ¡ni mis propios amigos! Nada me llenaba. El despertar era mi pesadilla y el dormir mi muerte momentánea que tanto anhelaba.
Dejé de comer, no tenía hambre; la fatiga circulaba por mi estómago. Mis venas eran cada vez más cristalinas y mi piel de un color pajizo se volvía. El pelo se me caía y mis uñas se torcían. Esas pequeñas amígdalas se me hincharon de tanto llorar y mi voz mostraba una constante afonía. ¿Sería verdad el dicho de que cuando enferma tu mente el cuerpo le sigue? Sí. Los médicos no encontraban solución a mis males, decían que no existían causas de tales síntomas, supongo que sería yo y mi falta de autoestima, o simplemente no vivía.
“¿Dónde estás?” Gritaba a las nubes. Juro por Dios que la busqué por cielo y agua, entre capa y espada, debajo de las piedras y encima de las camas. Me sentía cansada, débil, frustrada.
Mis esfuerzos por encontrar a mi compañero de almohadas y sábanas desvanecieron, mi ilusión por su búsqueda desapareció y me refugié en el frío suelo de mi habitación, estaba duro, pero al menos me aliviaba del calor sofocante que representaba la depresión que me asfixiaba. ¡Maldita tristeza! Intenté mantenerme cuerda estudiando hasta las tantas de la madrugada, pero mi mente no parecía estar por la labor, ¿qué me pasaba? Ni mi carrera, ni mi familia, ni el deporte que siempre hacía me conseguían despejar de tanta apatía, ¡ni mis propios amigos! Nada me llenaba. El despertar era mi pesadilla y el dormir mi muerte momentánea que tanto anhelaba.
Dejé de comer, no tenía hambre; la fatiga circulaba por mi estómago. Mis venas eran cada vez más cristalinas y mi piel de un color pajizo se volvía. El pelo se me caía y mis uñas se torcían. Esas pequeñas amígdalas se me hincharon de tanto llorar y mi voz mostraba una constante afonía. ¿Sería verdad el dicho de que cuando enferma tu mente el cuerpo le sigue? Sí. Los médicos no encontraban solución a mis males, decían que no existían causas de tales síntomas, supongo que sería yo y mi falta de autoestima, o simplemente no vivía.
El tiempo se deslizaba por mi cuerpo como las gotas de
lluvia en la ventana de mis recuerdos, lentamente, muy lento. ¡Qué desesperación!
El sufrimiento no cesaba.
Comencé a escucharlos. Susurraban, murmuraban, yo no sé que decían. No los comprendía. ¿Oyes eso? “No”, todo el mundo me respondía. ¡Genial! Ahora resulta que tengo alucinaciones auditivas por mis tonterías. Pobre de mí en aquel momento, que todo lo oía pero nada comprendía, que de olores me impregnaban pero de ningún lado procedían. ¿Hueles eso? “No”, me volvían a contestar. Pues nada, otra alucinación más que anotar en mi agenda de enfermedades ficticias. ¡Depresión era lo que padecía! Un trastorno de bipolaridad con ataques de euforia y hastía, el Yin y el Yang en uno.
Lo olvidé todo, incluso, que la causa de mi estado casi catatónico era por mi fracaso en la búsqueda de ese SER que me complaciese en todo, que me hiciera su reina en un palacio de oro. Me despreocupé por completo, pero en su lugar, me hice confidente de las cuatro paredes que guardaban mi cuerpo casi deshecho. ¡Qué ganas tengo de...!
Comencé a escucharlos. Susurraban, murmuraban, yo no sé que decían. No los comprendía. ¿Oyes eso? “No”, todo el mundo me respondía. ¡Genial! Ahora resulta que tengo alucinaciones auditivas por mis tonterías. Pobre de mí en aquel momento, que todo lo oía pero nada comprendía, que de olores me impregnaban pero de ningún lado procedían. ¿Hueles eso? “No”, me volvían a contestar. Pues nada, otra alucinación más que anotar en mi agenda de enfermedades ficticias. ¡Depresión era lo que padecía! Un trastorno de bipolaridad con ataques de euforia y hastía, el Yin y el Yang en uno.
Lo olvidé todo, incluso, que la causa de mi estado casi catatónico era por mi fracaso en la búsqueda de ese SER que me complaciese en todo, que me hiciera su reina en un palacio de oro. Me despreocupé por completo, pero en su lugar, me hice confidente de las cuatro paredes que guardaban mi cuerpo casi deshecho. ¡Qué ganas tengo de...!
¡Apareció! Llegó cuando el suicidio era mi fantasía más
recurrida, pero no era como yo me lo imaginaba, era todo lo contrario a lo que
siempre deseé. “No me gustas, así que no intentes conquistarme, porque te darás
contra un canto en los dientes”, le repetía una y otra vez. Nos hicimos muy
buenos amigos, amigos de verdad, y no, tranquilos, esta vez no era una
alucinación visual, era REAL.
Me cayó del cielo un ángel de la guarda que esperó su
momento para entrar en mi mirada cuando más lo necesitaba; sin favores, sin
ánimo de lucro, no exigía nada, sólo perseguía mi amistad y mi confianza.
Me ayudó haciéndome ver la dura realidad con palabras concisas y claras. “Tu vida es una mierda porque tú la haces así, eres una pesimista de cojones y no valoras todo lo bueno que tienes a tu alrededor. ¡Con lo inteligente que eres y desaprovechas totalmente tu mente! La utilizas para hacerte daño y ocultas tus virtudes a la gente que está a tu lado, ¿no te da vergüenza ser lista y aparentar que no vales nada porque te sientes inferior a todos?”, me decía día tras día.
Me ayudó haciéndome ver la dura realidad con palabras concisas y claras. “Tu vida es una mierda porque tú la haces así, eres una pesimista de cojones y no valoras todo lo bueno que tienes a tu alrededor. ¡Con lo inteligente que eres y desaprovechas totalmente tu mente! La utilizas para hacerte daño y ocultas tus virtudes a la gente que está a tu lado, ¿no te da vergüenza ser lista y aparentar que no vales nada porque te sientes inferior a todos?”, me decía día tras día.
Siempre viví en una puta mentira, una falacia que yo misma
había creado.
Reconocí que mi vida no era mala, al contrario, tenía todo para triunfar; una gran familia, un buen estatus económico, una inteligencia arrolladora, un físico admirable y todos los caprichos que pudiese desear cualquier persona que no estuviera en mi estupenda situación, entonces, ¿qué me llevó a la depresión?
La estúpida búsqueda del amor...
Reconocí que mi vida no era mala, al contrario, tenía todo para triunfar; una gran familia, un buen estatus económico, una inteligencia arrolladora, un físico admirable y todos los caprichos que pudiese desear cualquier persona que no estuviera en mi estupenda situación, entonces, ¿qué me llevó a la depresión?
La estúpida búsqueda del amor...
Y de ese modo apareció él, con sus andares de presuntuoso y su
razón de ser, su razón de lógica, su visión objetiva de las cosas. ¡Uff, qué
mal me caía al principio! Pero no sé cómo me conquistó.
No sólo se convirtió en mi mejor amigo, sino que entró en mi corazón, un corazón malherido que apenas latía, pues sólo quería dejar de palpitar para morir. Con sus verdades me llevó a la luz de la verdad. Con su paciencia me ayudó a evolucionar. Con su experiencia me enseñó la verdadera persona que YO llevaba dentro y con su presencia me presentó a mi DON, mi maravilloso regalo, el que nunca aprecié: mi cabeza, con sus vaivenes de vez en cuando pero con una gran creatividad inusual.
No sólo se convirtió en mi mejor amigo, sino que entró en mi corazón, un corazón malherido que apenas latía, pues sólo quería dejar de palpitar para morir. Con sus verdades me llevó a la luz de la verdad. Con su paciencia me ayudó a evolucionar. Con su experiencia me enseñó la verdadera persona que YO llevaba dentro y con su presencia me presentó a mi DON, mi maravilloso regalo, el que nunca aprecié: mi cabeza, con sus vaivenes de vez en cuando pero con una gran creatividad inusual.
Pasaron los meses y me enamoró, sí, me encandiló ese
maduro presumido que a todas camelaba con un par de palabras. Suerte que era mi
ángel de la guarda y su camelo se convirtió en amor eterno, se veía envuelto en
un sentimiento que ni él mismo podía controlar, se había enamorado y había
conocido por primera vez la fidelidad. Sí, él tampoco me buscó y sin embargo me
encontró. Nos encontramos en el mismo camino cuando más nos necesitábamos. Nos
encontrábamos perdidos y rogábamos un guía que nos cogiera de la mano y nos
mostrara la ruta correcta. Así sucedió. Yo no lo busqué, él no me buscó,
simplemente coincidimos en la misma dirección.
Me dibujó sonrisas, me enseñó el amor. Consiguió cambiar
mi pensamiento de pesimista a optimista y reforzó mi persona con lealtad y
pasión. Me presentó a M, a mi verdadero yo. Me abrazó con fuerza y me dijo que
jamás se iría de mi vera, JAMÁS, pase lo que pase seguiríamos envejeciendo
juntos como amigos, por encima de la unión de pareja y por encima de todas
aquellas personas que no creen en nosotros. Pues como si de un profesor se
tratase me enseñó lo que era la auténtica amistad basada en la sinceridad,
compromiso, honestidad, empatía y amor. Me aportó confianza en mí misma, me
subió la moral y ya a nada temía, nada podía hacerme daño, ni tan siquiera yo
misma. Me regaló la felicidad eterna.
Ahora puedo decir abiertamente que soy feliz y que estoy
satisfecha con todo lo que me rodea, eso sí, gracias a él, a un buen amigo que
se ha convertido en el amor de mi vida. Yo no lo busqué, simplemente apareció
para construir algo extraordinariamente grande entre los dos, porque todo lo podemos
lograr, y quien piense lo contrario, les demostraremos que se equivocan: LA
POSITIVIDAD ES EL SECRETO DEL ÉXITO.
No busques. Sé feliz contigo mismo. Ama a tu persona, ama
a tu familia, ama a tus amigos y cuando estés verdaderamente cómodo y
satisfecho con tu vida, entonces, sólo entonces, encontrarás al amor de tu
vida, porque siendo uno mismo transmitimos lo mejor de nuestro ser, algo
totalmente único, NUESTRA ESENCIA.