miércoles, 16 de junio de 2010

Adiós mis alas

Se acabaron mis alas.
Te despido con tristeza después de veintiún años envejeciendo a mi lado. Fuiste esos brazos que me rodeaban en forma de cuadrados cuando mi estado de ánimo se resentía. Fuiste ese espejo que reflejaba el verdadero ser que llevo dentro. Fuiste el culpable de mis peores días, pues me encerrabas en un juego de ajedrez con bordes verdosos y me inducías a jugar, me inducías al pecado. Hasta ayer fuiste mi santuario, y rocé por última vez con las yemas de los dedos tu tez que permanecía congelada en el tiempo, tan fría y joven a la vez. Te marchaste inesperadamente junto con mis alas, te llevaste esas aves que me hacían volar cuando para mí ya nada tenía sentido. Aves blancas de ojos tristes que miraban al cielo para echar a volar y rozar con sus plumas esas nubes de terciopelo que nunca llegaron a alcanzar, les partieron las alas, el alma y dejaron de existir.
Ya no estás. Sólo quedas en mi recuerdo y en las fotos que compartimos hace poco. Ahora un desconocido ocupa tu lugar, sin alas, sin aves, sin juegos, tan insulso como el agua del grifo, tan típico como un helado de vainilla.
Siento no haber presenciado como te apartaban de mi vida, el ruido que hacían al cortarte las alas era suficiente traumático cómo para observar como lo llevaban a cabo.
Adiós mis alas, te echaré de menos, porque para mí fuiste el alicatado con más sentimientos que pudieron construir. Sí, te quise y te quiero aunque sólo fueras un baño.