domingo, 30 de enero de 2011

Qué es un blog

Los miedos de muchos, las penas de pocos.
La alegría del que escribe o la pena del que lee.


Un blog, una emoción, una vida; un rincón para exponer felicidad, tristezas, miedos, opiniones y reproches. Una página en blanco que comienza a rellenarse con palabras e imágenes que representan las inquietudes del que escribe. Una mente más que conocer; diferente, única, profunda y viable. Un diario en el que plasmar los pensamientos más benévolos o inicuos de cada persona de forma indirecta. En definitiva, un ser humano más.

Qué es un blog sino la alegría del escritor; alegría porque puede ser él íntegramente, puede mostrar todos sus sueños y deseos sin ser juzgado, sin tener miedo a la represalia o la reacción de los que leen. Es la creación de su mundo para ser compartido por los demás sin ser destruido por la sociedad; sólo él puede modificarlo o transformarlo con la capacidad de una imaginación que se sale fuera de lo común. Pocos podrían ufanarse de esta habilidad pero muchos son los que la valoran.
Al final este cosmos acaba convirtiéndose en la vía de escape de innumerables seguidores que se sienten identificados, cómodos, escuchados, y necesitan más de ese gran desconocido pero a la vez tan cercano para ellos.
Qué es un blog sino la pena del lector; pena por no sentir las mismas sensaciones del que escribe, por no poder disfrutar de ese mundo tan diferente al suyo; pena de muchos por no ser capaz de plasmar sus emociones con ese don de palabra, envidia de otros por querer destacar sobre el resto a través de esas letras y bocetos ajenos.
Ellos, que al fin y al cabo son los que nutren al creador de ese universo insólito, que lo motivan a seguir escribiendo cadenas de vocablos sentidos, deberían estar satisfechos, porque gracias a su curiosidad estas neuronas pensantes siguen construyendo rincones especiales que no dejan indiferente a nadie.

En definitiva, mi blog es para mí una oportunidad de desahogar mi subconsciente plasmando toda mi imaginación y creatividad en él, porque a veces mi mente se siente sobrecargada y necesita ser liberada; no puedo contener tanta información sin ser expresada, moriría de sobredosis de ideas reprimidas.

A petición literaria de lector anónimo.  
Tema: qué representa para mí un blog.

martes, 25 de enero de 2011

Cuando al fin te conozco

Tantos meses esperando este momento; tantas horas dedicadas a leer cada una de tus palabras; tantas historias contadas que forjan una complicidad única; tantos días perdidos a través de la pantalla sin poder disfrutar de tu presencia, y ya ha llegado la hora. Me pongo mis mejores galas, me embriago de mi perfume favorito, saco mi mejor sonrisa y reflejo en el espejo los nervios de esta primera vez. Bajo las escaleras como si se tratase del día de mi boda, con ese brillo especial en mis ojos y el balbuceo de mis tripas. El camino hacia nuestro encuentro se me está haciendo eterno.

Aquí estoy, sentada en un banco esperándote con la sola compañía de esa farola encendida a media noche. Sé que no vendrás solo, que tus caballeros te acompañaran como buen anfitrión que eres.
Mirada enfrente y comienzo a dilucidar tu silueta y esa bufanda roja que te hace resaltar por encima de los demás. Mi cuerpo empieza a reaccionar; aumenta mi ritmo cardíaco, la sudoración se apodera de mis manos y un calor inmenso penetra en mi cabeza, creo que me voy a desmayar.
Te acercas con el más hermoso retozo, me levanto y nos damos un abrazo intenso, ¡al fin te conozco! Había esperado tanto este momento que me he quedado sin palabras, sólo disfruto de la ternura de tus brazos, tu pecho y ese aroma de hombre que comienza a penetrar todos mis sentidos.
Bien, ¿y ahora qué hacemos? Saludo a cada uno de tus amigos con la simpatía que me caracteriza; todos parecen estar encantados con mi presencia, recibo besos y halagos y no por mi físico, sino por mi persona que llena aún más. Entre tanto varón debería encontrarme incómoda, pero ni mucho más lejos, están atentos a mí, me tratan con respeto y educación, y comparten sus experiencias conmigo esperando una contestación recíproca por mi parte, todo eso me hace sentirme bien, especial, única.
Y ahí estás tú, intentando acaparar mi atención con tu conversación; intuyo que estás celoso, que esperabas que mi tiempo sólo lo compartiera contigo dejando de lado a tus amigos, pero no te equivoques, no soy así; no necesito depender necesariamente de una sola persona si estoy rodeada de más gente, me gusta transmitir y compartir.
Sé que piensas que no te estoy mostrando todo mi ser, por eso te pido que nos vayamos tú y yo a tomar una copa si quieres conocerme mejor.

Ya estamos solos, bueno, rodeados de personas desconocidas que permanecen ajenas a nuestro primer encuentro. Nos miramos tímidamente; nos sonrojamos; no sabemos qué decir y comienza mi gran verborrea de anécdotas. No puedo parar, quizás sea producto de mi nerviosismo o del alcohol que está empezando a hacerme efecto, pero me muestras que disfrutas con mi compañía, que sonríes, que eres partícipe de mis conversaciones y eso me motiva a seguir relatándote.
De repente, me dices que salgamos a la pista a bailar. Bailamos. Reímos. Rozas tus labios con los míos y nos besamos. Estoy más tranquila; me siento protegida y sé que me vas a respetar, que no soy una más y lo sabes.

Apagan la música; encienden las luces.
Las siete de la mañana.
Hemos perdido la noción del tiempo, lo que demuestra que nos hemos causado muy buena impresión en persona.
Me acompañas hasta la puerta de mi casa. Nos damos dos besos de despedida y un abrazo. Me dices que te lo has pasado muy bien conmigo y que quieres volver a verme... pero eso ya es otra historia.


A petición de nuestra lectora MeL. 
Tema: situación común entre dos personas.

lunes, 24 de enero de 2011

Confianza


Es increíble lo poco que hace falta para transmitir confianza, para pasar de ser una persona fría y distante a ser una persona cálida y cercana.
Me remito a mi propia historia. Nunca he mostrado gestos de cariño (un abrazo, un beso, una caricia, una palabra) sólo me limitaba a ser educada, escribir mis sentimientos, escuchar experiencias y compartir sonrisas. No era capaz de decirle a mis amigos más íntimos que los quería, nunca contaba anécdotas alegres, no abrazaba a mis padres, ni derramaba lágrimas de tristeza o felicidad delante de nadie; se podría decir que evadía todas esas acciones por vergüenza a mostrar mi sensibilidad, o tal vez por temor a que mis muestras de afecto no fueran bien acogidas.

A pesar de haber sido una persona aparentemente distante la sociedad siempre ha confiado en mí, quizás por mi apariencia de niña buena incapaz de llevar a cabo alguna maldad en beneficio propio; en este aspecto he tenido suerte, pues muchos no pueden alardear todos los días de transmitir esa seguridad en los demás sin mostrar algún tipo de cercanía. No quiero decir con esto que esté orgullosa de ser así ¡perdón! De haber sido así. El hecho de que transmitiera paz a la gente que me rodeaba no significaba que me hiciera mejor persona, no sentía ni el más mínimo fervor por nada ni por nadie, llegué a pensar que podría tener algún tipo de trastorno de la personalidad, pero señores no se confundan, sólo era miedo.
Tuve la suerte de caer enferma, mi mente no pudo aguantar tantos años encerrada en un abismo sin lógica y necesitaba un cambio radical. Esos meses que duró mi clausura física me sirvieron para conocerme mejor, para replantearme mi situación de ser y darme cuenta que en realidad no es que fuera poco cariñosa, sino que no sabía dar amor ni tampoco recibirlo.

Con ayuda de un buen amigo y mis ganas de dar un giro a mi vida conseguí salir de ese bucle pesimista en el que me encontraba, saqué toda la felicidad que llevaba dentro y la empecé a compartir. Conseguí que las personas que me importan confiaran aún más en mí si cabe; comencé a dar más abrazos, mandar más mensajes de cariño, dar opiniones realistas, compartir mis anécdotas, etc. Ahora recibo más llamadas, más elogios, más caricias, muchos más besos y soy “el diario” de mis amigos, ahora me tienen más en cuenta; he descubierto a mi verdadero Yo y soy mucho más feliz, estoy llena de vida.

Para que comprobéis mi gran cambio, ayer mismo me preguntaron si no me cansaba oír los problemas de todo el mundo y que luego nadie escuchara los míos; respondí que no, cuando mi antiguo Yo hubiese contestado que sí y que estaba sumergida en una gran depresión; el simple hecho de ser la primera y/ o única persona en la que confíen un secreto me hacía sentir especial, porque me demuestran que se acuerdan de mí, que valoran mi persona y mis consejos, y sé que cuando me encuentre mal ellos estarán ahí para apoyarme. Y ahora es cuando pienso en esas personas que sólo transmiten desconfianza porque están vacías, que nadie contaría con ellos para revelarles algún acontecimiento importante de sus vidas o simplemente para desahogarse, y eso me entristece, son incapaces de mantener una conversación productiva y muestran que lo que les cuentan no le importan nada; me da pena esa gente que basa su vida en sumar los polvos que echan y restar el amor de sus allegados; sí, tendrán una red social mucho más amplia que la mía, pero sé que cuando pasen por los peores momentos de sus vidas se verán solos por no haber transmitido confianza.

jueves, 20 de enero de 2011

Cuando presientes que todo acaba


Vives con la constancia de que tu vida será corta.
Entre risas escondes tu futuro cercano que a nadie le gustaría oír pero que sin embargo tú no puedes huir de su presencia. Comienzas a ser feliz porque presientes que muy pronto la claridad se teñirá de negro. Sabes que ésta es tu última oportunidad para dejar un recuerdo hedonista en todos ellos y borras cualquier lágrima que haya podido caer por tus mejillas tiempo atrás.
Hoy olvidas porqué permaneciste durante tanto tiempo en las tinieblas de tus lamentos, ni tan siquiera puedes explicar a qué viene este cambio tan brusco de actitud. Te preguntas por qué tu corazón se acelera cada vez que te duchas, cada vez que sales a la calle, cada vez que te acuestas, cada vez que coges el coche y penetras en una selva de leones que van a cuatro ruedas. Inquietud, tu nuevo amante que despojó a la soledad de su trono, que echó de la cama al miedo, que venció al orgullo. Ahora tienes una nueva palabra que ocupa cada terminación nerviosa de tus neuronas la cual te está produciendo un tremendo insomnio, la odias.
Pasan los días y tu felicidad se consume; Pareces que te has convertido en un ser inerte sin energía, sin motivación, sólo esperas sentado en ese frío sillón a que tu preocupación se convierta en realidad, pero ese día nunca llega. Tu desasosiego aumenta junto con tu deterioro físico, ¿qué te está pasando? Te cuidas cada vez más pero tu cuerpo ha decidido consumirse como un cigarrillo que espera en el cenicero. 
Ya no tienes don de la palabra, tu intelecto también se está viendo afectado; Enserio me tienes preocupada ¿en qué piensas que te tiene tan ensimismado? No contestas. Estás ahí, quieto, mirando la nada. No pareces triste, sólo ausente. Te levantas sin hacer el más mínimo ruido y te reflejas en el espejo. Suspiras para luego sonreír; No se puede hacer nada contra una preocupación de algo que no existe, sólo esperar a que se haga realidad o desiste.

Cuando presientes que todo acabará pronto tu vida deja de cobrar sentido.

Falsos y complacientes


La vida está llena de interrogantes, preguntas que no pueden ser respondidas y que, sin embargo, contestamos sin más, sin pensar que la realidad es otra muy distinta.
- ¿Serías infiel?
- ¿Harías un trío?
- ¿Te acostarías con tu mejor amigo/ a?
- ¿Lo probarías con una persona de tu mismo sexo?
- ¿Probarías la cocaína?
- ¿Contarías un secreto que te han confiado?
No malgastes tu tiempo en responderlas si no quieres quedar en evidencia, jamás sabrás las respuestas hasta que te veas en esas situaciones. Estadísticamente las personas que responden a todo “no” son las que más caen, las más falsas, las que están mas llenas de miedos y prejuicios, y por consecuente las que más utilizan: “No sé como pude hacerlo, lo hice sin pensar y no volverá a pasar”.
No hay mayor revelación para uno mismo que descubrir que no somos tan impecables como pensábamos, que no somos tan santos como aparentamos. Quizás contestamos lo contrario de lo que piensa nuestro subconsciente simplemente por miedo, y no miedo a la reacción de los demás sino a la nuestra propia; miedo a tirar por la borda la educación recibida por nuestra sociedad durante años, miedo a reconocer que caímos en la tentación, y sí señores, las personas que más se reprimen son las que tienen más incitaciones porque ¿quién no sucumbe ante una caricia que te hace estremecer? ¿Quién no bebe en una fiesta y hace “locuras” con la posterior excusa de echarle las culpas al alcohol? ¿Quién no se deja llevar por el momento y la situación? No lo sabremos hasta que lo vivamos; ni yo soy capaz de decir que jamás sería infiel, que ni loca me acostaría con una mujer, que no haría un trío o que no probaría alguna sustancia ilegal, porque no he vivido esas situaciones, no sé lo que me llevará a hacerlo o no, no sé aún que sentiré en esas circunstancias. No quiero ser falsa, no seáis falsos con vosotros mismos. Hacemos las cosas porque queremos, nadie nos obliga, ¿por qué arrepentirte de algo que has hecho estando en plenas facultades?
Simplemente sé sincero y reconoce tus errores, reconoce que te ha gustado, que volverías o no a hacerlo, reconoce que no eres perfecto y sobretodo no mientas a tu corazón. Sé honrado porque tarde o temprano saldrá todo a la luz y tendrás que tragarte tu orgullo y reconocer que has vivido toda tu vida en una farsa.

jueves, 6 de enero de 2011

El profesor y la vida

Quiero compartir con mis queridos leyentes esta pequeña historia filosófica acerca de la vida. No la he escrito yo, pero me hizo reflexionar tanto que no puedo resistirme a mostrarosla.

Un profesor de Filosofía en mitad de una clase vació un frasco grande lleno de mayonesa y procedió a llenarlo con pelotas de golf, todo esto sin pronunciar palabra.

Luego le preguntó a sus estudiantes si el frasco estaba lleno.
Los estudiantes estuvieron de acuerdo en decir que sí; así que el profesor cogió una caja llena de canicas y la vació dentro del frasco de mayonesa. Las canicas llenaron los espacios vacíos entre las pelotas de golf. El profesor volvió a preguntar a sus alumnos si el frasco estaba lleno; ellos volvieron a responder que sí.
A continuación, el profesor tomó una caja con arena y la vació dentro del frasco; por supuesto, la arena llenó todos los espacios vacíos, así que el profesor preguntó nuevamente si el frasco estaba lleno. En esta ocasión los estudiantes respondieron con un 'sí' unánime.
El profesor enseguida agregó 2 tazas de café al contenido del frasco y efectivamente llenó todos los espacios vacíos entre la arena.

Los estudiantes reían en esta ocasión. Cuando la risa se apagaba, el profesor dijo:
- Quiero que os déis cuenta de lo siguiente:
1. Este frasco representa la vida.
2. Las pelotas de golf son las cosas importantes: la familia, los hijos, la salud, los amigos, todo lo que te apasiona. Son cosas, que aún si todo lo demás lo perdiéramos y solo éstas quedaran, nuestras vidas aún estarían llenas.
3. Las canicas son las otras cosas que importan, como el trabajo, la casa, el coche, etc.
4. La arena es todo lo demás, las pequeñas cosas: un amor, una preocupación, una decepción.

- Si ponemos la arena primero en el frasco, no habría espacio para las canicas ni para las pelotas de golf. Lo mismo ocurre con la vida, si gastamos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, nunca tendremos lugar para las cosas realmente importantes.
En defintiva, presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad: Juega con tus hijos, Tomate tiempo para asistir al doctor, Ve con tu pareja a cenar, Practica tu deporte o afición favorita. Siempre habrá tiempo para limpiar la casa y reparar la llave del agua. Ocúpate de las pelotas de golf primero, de las cosas que realmente importan. Establece tus prioridades, el resto es solo arena..
Uno de los estudiantes levantó la mano y preguntó que representaba el café.
El profesor sonrió y dijo:
- Me alegro de que lo preguntes... Sólo es para demostraros que no importa lo ocupada que pueda parecer tu vida, siempre hay lugar para un par de tazas de café con un amigo. ¿TE APETECE?

martes, 4 de enero de 2011

Alcohol, ¿necesario para divertise?


Siempre me he jactado de mi aparente inmunidad hacia el alcohol pues nunca había tenido resaca y mucho menos había vomitado, pero alguna vez debía de ser la primera.
Tras las campanadas de fin de año me fui de fiesta con mis amigas como es típico y obvio en ese día.
Entre risas y cubatas pasaba la noche ajena a lo que me esperaba unas horas después, y tras ingerir tres copas de ron y seguir aparentemente sobria dimos por acabado el botellón y nos dirigimos a un pub. Una vez allí una amiga tuvo la genial idea de invitarnos a chupitos y yo como de costumbre sugerí el más fuerte de todos, uno que jamás había probado y que mezclaba tres bebidas alcohólicas (vodka, wiski y ron). Mis amigas reacias a ese chupito me cedieron el suyo, es decir, en lugar de beberme sólo el mío me bebí tres del tirón, sí, aquella noche pretendía colocarme y lo conseguí para mi desgracia. Cuál fue mi suerte que pasados quince minutos empecé a sentirme en mi burbuja seguido del típico mareo donde todo te da vueltas, hasta ahí todo bien pero... Comenzaron los escalofríos, la taquicardia, un gran malestar en el estómago, me pesaban los brazos, mi respiración se volvía turbulenta, un dolor en el pecho me invadía y poco después no podía mantenerme en pie. Mis amigas me sentaron y me limité a vomitar por doquier.
Así acabé mi noche que se presentaba espléndida, tirada en el suelo vomitando sin saber ni que hora era.
Tras liberar mi estómago de diversos líquidos decidieron llevarme a casa; tuvieron que bajarse del coche y dejarme en mi portal porque aún me temblaban las piernas. Subí las escaleras, agarrándome con fuerza a la barandilla para no caerme y rodar como una bola de billar, abrí la puerta y en lugar de ir al baño me fui a la cocina, me tiré al suelo y me eché a dormir con mi beagle... No os asustéis, sólo fueron quince minutos.
A la mañana siguiente, ¡perdón! A la tarde siguiente me levanté deseosa por sentir que todo había pasado ¡pero no! Seguía con ese mareo incesante y el estómago revuelto, creo que me hacían el test de alcoholemia en ese momento y aún daba positivo.
Fue una tarde soleada sin viento ni ruidos estrafalarios que irrumpieran aquella armonía, pero yo con el malestar de mi cuerpo no me quedó otra que quedarme en casa tumbada mientras todos mis amigos quedaban para tomar un café y pasear por la playa.
En fin, un día entero perdido.

No me arrepiento de nada de lo que hice, esos chupitos me dieron una valiosa lección que sólo podía aprender si lo comprobaba por mí misma, no mezclar bebidas ni pasarme de lista.
Toda acción te da la experiencia y esos actos te hacen madurar y poder aconsejar a posteriori. Está claro que ese tipo de bebida jamás la volveré a probar pero no os puedo asegurar que no voy a mezclar bebidas, pues a sabiendas de que me sienta realmente mal sé que estando con dos copas de más volvería a caer (nada más hay que ver mis poses de loca), pero esta vez con más cabeza.