Desde que el ser humano era tan solo una célula en mitad de un riachuelo (o eso dicen los científicos), la especie se ha dedicado a evolucionar en su forma física y ha ido desarrollando sus capacidades cognitivas para sobrevivir en un hábitat donde unos pocos son cazadores y todos son cazados. Con el devenir de los tiempos el Homo Sapiens logró alcanzar la cumbre y destacar entre el resto de seres vivos convirtiéndose en el espécimen que es hoy en día; un homínido que camina erguido y que utiliza su capacidad intelectual para crear y modificar todo cuanto encuentra a su paso, o eso sucedía hasta ahora. Desde la llegada de la Era tecnológica las personas han sufrido un cambio drástico en su forma de vida; esto no sería una traba si no fuese por el hecho de que el cerebro se ha visto involucrado negativamente por el manejo de las propias tecnologías. Mientras que sus ancestros gozaban de una gran facilidad para el cálculo matemático, poseían una estructura lingüística más compleja, mostraban una creatividad sublime para crear nuevos inventos y superar desafíos, el ser humano del siglo XXI se está viendo inhabilitado para realizar cálculos a la alza, además de tener un lenguaje más simple y una imaginación que se reduce a la modificación de inventos que ya existen; no es capaz de construir un nuevo instrumento partiendo desde una base cero. ¿Ha llegado al final de la meta? ¿Se ha quedado sin ideas y sin motivación? Parece ser que su evolución tiene un límite, y no sólo eso, sino que está comenzando a dar pasos en falso y retroceder como los cangrejos; un estudio reciente publicado por un investigador de la Universidad de Stanford, Gerald Crabtree, pone de manifiesto este hecho, dice que el cerebro humano ha experimentado y va a seguir experimentando una pérdida intelectual y emocional con el transcurrir de los años, afirmando que los antepasados (no hay que ir muy lejos, tan solo retrocedamos 20 años) eran más inteligentes, afirma que dentro de 3000 años tendrán dificultades para realizar una simple suma y que utilizaremos menos partes del cerebelo.
Pensad en vosotros mismos, ¿tenéis la misma capacidad memorística y matemática que hace quince años cuando aún el boom de los ordenadores no había irrumpido en nuestras casas? En mi caso la respuesta es muy sencilla; no, reconozco que mi mente se ha vuelto vaga a la hora de memorizar y hacer cálculos mentales y quién sabe, quizás mi propio lenguaje se esté viendo afectado (recordemos que ahora la comunicación se basa en las redes sociales y los móviles).
A continuación os dejo el debate al completo del programa Cuarto Milenio donde trataron hace dos semanas este mismo tema (si eliminasen el vídeo por copyright de Mediaset podéis ver el programa entero en Cuarto Milenio):