miércoles, 13 de enero de 2016

CONCIENCIA TRANQUILA

He finalizado 2015 habiendo cumplido todos mis propósitos; limando las perezas y siendo honesta para con mi persona. Dejé atrás las rencillas y los aspavientos, he abierto un nuevo camino que sólo deja lugar a la comprensión. He dado por zanjado temas que corroían mi corazón y que tejían telarañas en mis entrañas. De nada sirve el dolor y el orgullo si alejo a las personas que me acompañaron durante largos años a través del camino de la experiencia, de nada sirve la vergüenza y la cobardía si entierro los recuerdos positivos para mantener vivo un mísero momento negativo. De nada vale olvidar lo que hicieron por mí para reprochar lo que no llegaron a hacer. De nada me vale ser la víctima si no he luchado para vencer.
La vida está llena de momentos difíciles, de incomprensiones y malentendidos, de opiniones discordantes y de crudas realidades, sin embargo, también está llena de instantes maravillosos, de complicidad y ternura, de risas y juegos, de apoyo incondicional y de hombros en el que llorar. De modo que, ¿por qué quedarme sólo con lo malo? ¿Me hace mejor persona el odiar que el saber perdonar? ¿Tengo más personalidad por quitar mi hombro que por tender mi mano? La respuesta es clara; no. Recuerdo lo malo pero me es más constructivo lo bueno. Odiar no me hace mejor persona y es por ello que no olvido pero perdono. Quité mi hombro a muchos en determinadas circunstancias porque en aquel entonces consideré que debía hacerlo, pero también he sabido tender mi mano por segunda y tercera vez. 
He comenzado 2016 con serenidad. He limpiado mi mente de reproches y la he rellenado de tranquilidad.  He vaciado el cajón de mierda y he guardado en él todos aquellos momentos que me han hecho madurar. Me he podido equivocar, en ocasiones no he actuado de la manera más adecuada, me he dejado llevar por la situación y no he sabido controlar mis impulsos, pero es de sabios rectificar y de santos saber perdonar. 
Este año me voy a la cama con la conciencia tranquila, sin pesadillas que me recuerden que tengo heridas sin cerrar. En mi mano ha estado escribir un final feliz para cada relato, aunque algunas historias permanecen abiertas porque necesitan de otra mano que escriban su final. 

De nada sirve ser buena persona si no sabes perdonar.