lunes, 11 de julio de 2016

MÁGICO


Durante un tiempo caminé a través de un sendero de incertidumbre que con el paso de los días iba haciéndose más pesado atravesar. Mis pies sangraban a causa de las piedras con las que me iba tropezando; el camino que un día fue mi hogar se había convertido en mi desdicha. A pesar de mi cansancio continué caminando, avancé y avancé hasta que de repente nos cruzamos en el punto más caótico de la travesía. Nuestras miradas se cruzaron y dos tímidas sonrisas se dibujaron en nuestras caras. Algo había avivado nuestras almas; una conexión extraña, una complicidad innata. Sin mediar palabra, tan sólo con la ayuda del lenguaje de la perspicacia, nos agarramos fuerte de la mano y continuamos por esa senda complicada que tantos quebraderos de cabeza nos había causado cuando la soledad era la única que nos acompañaba. Desde entonces no he vuelto a caminar sola, no quiero soltarte. Te tuve y te tengo a ti, a mi lado, apoyándome sin necesidad de hablar, sin necesidad de inventar un cuento de hadas. Dibujas soles en mis grises mañanas, escribes poemas en mis tediosas tardes, esculpes bellos paisajes en mis noches más largas. Te has convertido en mi sombra, aquella que siempre va un paso tras de mí guardándome las espaldas, que se engrandece cuando me ve sonreír y se empequeñece ante mi sensibilidad ardua. Resultas ser el aire que necesito para bucear entre capas de frustración y lágrimas acabadas. Eres mi ángel de la guarda, como yo lo soy para ti, siempre velando por mí y abrazándome hasta las entrañas. Cosa rara. Nada de esto tiene una explicación sensata. Conectamos sin más, surgió un intenso vínculo de cariño y confianza. Tenía que pasar. El destino nos puso en el mismo camino y no lo podemos obviar. Sin quererlo, sin buscarlo y sin provocarlo hemos creado de la nada un universo mágico donde refugiarnos.

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