Me volví adicta a unos ojos que no me observan,
a unos labios que no me besan, a una mente que no me piensa.
a unos labios que no me besan, a una mente que no me piensa.
Caí en las profundidades de la pereza ahogando en camas vacías mis penas,
regalando mis caricias, entregando mi tez a cualquiera.
Esparcí migajas por las aceras a esperas de que las recogieran,
sin disimulo, vacía de emociones, abriendo todas mis puertas.
Me arrastré por los lugares más turbios de la lujuria, dejé que me bebieran,
sucumbí a la lascivia olvidando quién era, llenándome de carencias.
Me volví adicta a lo que me hacía sentir, pero no a ella.
Me volví adicta a unos ojos que me observan, a unos labios que me besan,
a una mente que me piensa, a un alma que me sienta.
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