Sí, hoy no puedo más. A veces las personas positivas también nos merecemos
un instante de flaqueza, aunque no por ello dejamos de ser optimistas.
Acumulamos los improperios de nuestras vidas en un cajón donde pretendemos
mantenerlos olvidados para alejarlos de la gente que nos rodea, un pequeño
rincón que guarda todas las mierdas de nuestras vidas; fracasos, decepciones,
mentiras, trifulcas, desengaños, desilusiones y demás. Ese lugar no es el bolsillo
de Doraemon, tarde o temprano su capacidad estará completa y la mierda
comenzará a salir por los resquicios del cajón. ¿Qué sucede entonces?
¡Explotamos!
A veces necesitamos desahogarnos derramando lágrimas como seres racionales
que somos, lágrimas que muestran lo que verdaderamente llevamos en nuestro
interior ya que no somos un maldito témpano, también padecemos al igual que
comemos y cagamos como cualquier ser vivo de la Tierra. ¿Qué quiero decir con
esto? Hoy no me encuentro muy feliz que digamos, hoy necesito un respiro.
Pensaba que mis glándulas lagrimales se habían quedado obsoletas, pero no,
siguen intactas como el primer día en que lloré, mi nacimiento. Había olvidado lo
que se sentía cuando la impotencia te invade, no recordaba que doliera tanto ni
que el corazón se te oprimiera hasta el punto de dar la sensación que en
cualquier momento puede dejar de funcionar. Sí, late más paulatinamente y la
percepción espaciotemporal parece no tener fin. ¿Qué hacer en este caso?
¡Llorar, llorar y llorar! Es el mejor remedio ante la incapacidad para resolver una
situación que te supera y la cuál no está en tus manos, teniendo en
consideración que eres una persona optimista que ha superado miles de
obstáculos y que siempre ha sabido sacar una sonrisa en tiempos de cólera.
Así que señores con vuestro permiso, voy dejando caer grandes gotas de agua
saladita por mis sonrojadas mejillas empapando mi camiseta del Stradivarius y
doy comienzo a una sinfonía de moquera que me atrofia la nariz. No sé qué
hacer, no sé cómo reaccionar ni qué decir, sólo sé que estoy comenzando a
sentirme bien, lo necesitaba.
Después de una hora entre mocos, ojos rojos y clínex me dispongo a sonreír,
pues esta circunstancia me ha servido para reflexionar, aceptar, pensar y decidir.
El berrinche se me ha pasado y la luz regresa a mi camino. La positividad
vuelve a mi mente y paso página para continuar mi historia. ¡Qué coño! Ahora voy
a ser más optimista que nunca, veo las cosas de forma más objetiva y con más
claridad.
Me ha sentado genial este momento, porque los optimistas también lloramos, muy de vez en cuando..