Nadie como tú; tan perspicaz, tan
audaz. Que me haga sentir una chica especial. Nadie que comprenda mi
personalidad, mi saber estar. Desde que
se arrugó mi corazón no ha habido cabida para nadie más. Mi cabeza sólo
recopila recuerdos de ti; de tu labia, de tu dulzura, de tu mirada cristalina
como el mar. Y es que en mi piel han quedado grabadas las marcas de tu sed; tu
sabor, tu olor, tu voz, tu tacto, la energía de tus labios rozando cada defecto
de mi tez. Mis lágrimas ahora saben amargas cuando antes eran como azúcar para
el café. Nada es igual. Las mañanas no amanecen tan brillantes. Las tardes han
perdido su color. Las noches ya no son tan apasionadas como antes; mi cama ya
no huele a ti. Siempre quiero que se marchen, que no amanezcan a mi lado como
lo hacías tú. No quiero abrazos forzados ni besos obligados. No quiero sábanas
mojadas que llenen el vacío que dejaste en mí. Y es que sigo recordando cómo me
hacías sonreír. Aún siento cómo me besabas las mejillas mientras acariciabas mi
alma con tu sonrisa. Eras capaz de ilusionarme cada día, de enamorarme cada
tarde y de abrazarme cada noche. Siempre estabas ahí para mí, esperando
atentamente a que entrase por la puerta para hacerme la mujer más feliz.
Contigo me sentía más bella, más fuerte, irradiaba sapiencia. Sí, tú me hacías
ser diferente, me hacías única. Y es que hasta que no te he perdido no me he
dado cuenta de todo lo que me hacías sentir, porque no hay ni habrá nadie como
tú.
Y a pesar de todo.. te sigo queriendo
ResponderEliminarUy... Esa frase me suena y no sé concretamente de qué, aunque también se utiliza mucho, sí jaja
EliminarGracias por leer mi relato anónimo.