Quemando mis entrañas con el fervor de tu respiración exhalé
tan fuerte que caí a tus pies en un mar de sudor. No pretendía desmayarme, las
fuerzas me fallaron, mi mente entró en éxtasis y mi cuerpo desvaneció. Soñé,
descansé, desperté y me volví a levantar con el mismo furor que la noche
anterior. Estaba enganchada a tu olor, atrapada por tus caricias y secuestrada
por tu voz. No era yo, una fiera indomable había surgido en mi interior. Una
vez más volví a clavar mis uñas en tu espalda y mis colmillos en tu cuello
sintiendo tu intenso dolor. Tu sangre recorría mis manos y mi boca se manchó
con tu sabor. Drogas, sexo y alcohol, hermosa depravación. Un sucio juego de dos. Tic, tac. El reloj avisó. Perdimos la noción del tiempo. La noche cayó. Agotada sucumbí entre
las mojadas sábanas de algodón. Era fuego lo que habíamos creado tú y yo en aquella
fría y solitaria habitación.
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