
Su rebeldía aumentó. Rompió los sueños de la que un día lo amó, derribó castillos hechos con piezas de su pasado, insultó a su persona y repudió sus raíces, cortó con tijeras el hilo que lo unía a las cosas buenas de la vida, dejó de ser él. Su carencia se acrecentó. Todo lo que hacía para estar más cerca de sus iguales contradictoriamente lo alejaba de ellos, los abrazos desaparecieron, ya nadie le reía las gracias, los elogios destacaban por su ausencia y la soledad comenzó a ser su única acompañante en las noches más frías. Se sentía solo en un mar de incertidumbre, no sabía llegar hasta la orilla de la verdad y su desorientación se incrementaba por segundos, pensó que nada tenía que hacer y que nada podía hacer por salvar lo poco que quedaba de él, estaba perdido.
Intentó buscar el camino de vuelta a sus orígenes, pero todo fue en vano. Perdió el sentido de la cordura, perdió el respeto de los demás, se alejó de los suyos y se acercó a la oscuridad. Se hizo amigo del hastío, amante de la desesperanza, compañero de la represión, marido de la desolación, se refugió en el polvo de su propia miseria y se dejó dominar por el insomnio.
Intentó buscar el camino de vuelta a sus orígenes, pero todo fue en vano. Perdió el sentido de la cordura, perdió el respeto de los demás, se alejó de los suyos y se acercó a la oscuridad. Se hizo amigo del hastío, amante de la desesperanza, compañero de la represión, marido de la desolación, se refugió en el polvo de su propia miseria y se dejó dominar por el insomnio.
Las noches que pasó en vela las dedicó a ver y reconocer sus propios errores; no había sido honesto consigo mismo, no había valorado todo lo que había poseído, no respetó a nadie y tampoco nadie lo había apreciado porque no dio la oportunidad de que lo conocieran tal y como era, se había convertido en un baúl cerrado que ni él mismo podía abrir para descubrir lo que guardaba en su interior. ¡Mandita sea! Ahora se arrepiente de todo el tiempo que dejó escapar entre sus manos y que hubiese sido suficiente para encontrar un halito de esperanza entre tanta confusión, pero el tiempo que perdió no lo supo recuperar. Ahora ha vuelto a la auténtica realidad, a la realidad de los seres vivos; ha descubierto quién es, su corazón deja de latir y muere de pena al recordar que todo lo que había vivido había sido una utopía, no era más que un triste juguete roto que un día olvidaron jugar con él y que soñaba que podía respirar y hablar, que soñaba que tenía corazón y que podía amar.
Mi pequeño olvidado, el amor estaba en ti porque sentías la necesidad de amar y ser amado, estabas vivo en tu interior porque simplemente sentías como los humanos.