
Nunca creí en el destino, los sucesos enlazados me parecían una mera coincidencia, quizás por mi desmotivación en la vida la cuál no valoraba, ¡estaba tan ciega! Me rodeaba de gente que no aportaba nada a mi desarrollo personal, claro que yo a ellos tampoco. Me limitaba a estar, no hacía nada por conocer gente interesante, pero tampoco expulsaba de mi vida a esa basura que atrancaba mi puerta.
Siempre pensé que estaba destinada a rechazar a las personas para dejarlas avanzar en la vida porque yo no amaba, sólo les rompería el corazón; un rechazo mío era la felicidad de la otra persona la cuál unos días después encontraba al amor de su vida. Pensaba que mi función en este mundo era servir de amuleto a los demás y que alguien como yo no merecía esa suerte.
Pasaban los años y seguía ensimismada en mi mente caótica llena de penurias y mentiras. Los días cada vez se hacían más largos y duros; despertaba sin fuerzas y pensando... “Otro día más que soportar”. Había olvidado lo qué sentía cuando era joven, cuando era feliz.
Sentada al borde del precipicio apareció mi ángel de la guarda:
- ¡No te tires! No tienes depresión, sólo necesitas aprender a amar para que los demás te amen.
Miré hacia atrás y allí estaba, un hermoso ser que desprendía una luz cálida llena de paz. Apareció de la nada, cuando menos lo esperaba pero más lo necesitaba. Al principio no daba crédito a esa aparición, pensé que no era más que mi conciencia hecha materia, por lo que no le prestaba demasiada atención, sin embargo, tenía que vivir los días posteriores escuchándolo decir que esa tristeza la provocaba yo, que debía cambiar mi actitud y aprender a valorar los pequeños detalles.
Día tras día, noche tras noche la misma retahíla... “¡Cambia, cambia, cambia! ¡Y podrás avanzar!”
Una mañana mi mente se abrió. Me levante con energía, llena de vida y ambición; tenía ganas de mostrar mi amor a todo el mundo, quería ser mejor persona y sacar sonrisas por doquier, ¡esa es mi función! ¡Cómo no pude darme cuenta de las señales! Cada suceso es una pieza del puzzle de tu vida, sólo hay que saber unirlas; rechazaba porque no estaba preparada para amar a esas personas, pues no me quería ni a mí misma. Encontraban el amor al par de días para que yo me diese cuenta que ellos avanzaban y yo seguía estancada, algo estaba fallando en mí. Ciertas amistades fracasaban porque debía ser así, no tenían ningún valor para pertenecer a mi vida. Topé con ese ángel porque tenía que suceder tarde o temprano, estábamos destinados a conocernos para ayudarnos mutuamente y caminar por el sendero de la oportunidad.
Si hubiese sabido a amar no hubiese estado depresiva, por consecuente nunca habría rechazado a nadie y no me consideraría un amuleto de la suerte; también hubiese tenido el valor de echar a esos inútiles que me hacían retroceder en la vida, y hubiese llenado esos huecos con gente productiva con la que compartir mi tiempo, por tanto, no habría tenido la necesidad de dirigirme a ese precipicio para poner fin a mi situación y no hubiese conocido jamás a ese ente, pero no fue así.
Todo pasa por alguna razón. Yo sigo completando mi puzzle ¿y tú?
A petición de lector anónimo.
Tema: existe el destino o si son meras coincidencias.
Tema: existe el destino o si son meras coincidencias.