Cerré los ojos. Decidí rendirme y suspiré de alivio.
Siempre había nadado a contracorriente, sentía que debía alcanzar los sueños de la niña que un día fui. Sentía que se lo debía a ella; a esa pequeña llena de ilusiones.
Los años pasaban y por más entrega que invertía en todo aquello que me proponía la vida se encargaba de alejarme de mis objetivos, nunca alcanzaba mis metas.
Dicen que lo único imposible es aquello que no intentas, pero a veces aún dejándote la piel y el alma no está para ti, no es tu destino. ¿No te das cuenta de que ahí no es? Los sueños de esa niña ya no eran los míos, se habían convertido en pesadillas.
Abrí los ojos. Decidí no frustrarme y sonreí al soltarlo todo. Estaba tan saturada que no me di cuenta de que vivía bloqueada, encadenada por mis sueños y metas.
Y sí, tiré la toalla, escogí descansar. Decidí vivir el presente y dejar mi pasado en paz. Necesitaba respirar.